2 de febrero de 2013

Sorpresas Monetarias

Por German Felipe Vega
Colaborador del Instituto AMAGI

El reciente anuncio del Banco Central de Costa Rica sobre la inclusión de políticas crediticias en su programa macroeconómico ha tomado por sorpresa a varios sectores de la economía. A primera vista, la ardua defensa de la banda inferior junto con el anuncio del BCCR traslada la responsabilidad de control inflacionario, de manera injusta, al sector financiero. A pesar de lo alarmante de estas medidas, existen dos cuestiones aún más preocupantes que debemos resaltar.

Por una parte, el BCCR justifica las medidas crediticias alegando la necesidad de prevenir “que los excesos monetarios registrados, en particular en el último trimestre del 2012 e inicios del presente año, se manifiesten en una burbuja crediticia” (Programa Macroeconómico 2013-2014, pg 22). Sin embargo, cabe preguntarse si esta medida tipo “leaning against” es apropiada en el contexto.  Una restricción crediticia, por oferta y demanda, repercutirá en alzas generalizadas en los intereses, pero más preocupante, van a disminuir la recaudación tributaria: al caer el consumo, cae el ingreso por impuesto de ventas, al subir el  pago de interés, cae el ingreso por impuesto de renta por concepto del escudo fiscal que genera esa erogación, y al frenarse la inversión, se desacelera la actividad económica, empeorando la relación déficit fiscal-PIB. Las restricciones crediticias propuestas, junto con la posibilidad latente de recortes al gasto público y aumentos tributarios, pueden enviar a nuestro país directo a una recesión: la formación de una burbuja crediticia por un mal manejo de las finanzas públicas es la menor de las preocupaciones en estos momentos. La publicación de este programa marca un retroceso en temas monetarios en nuestro país, dejando abierta la pregunta de qué tan autónomo es el BCCR, y cuanta injerencia tienen ciertos grupos de presión en nuestra política monetaria.        

Por otra parte, la expansión del crédito en dólares vista el año pasado (de un 18.7% en comparación al 10% en moneda nacional) es la respuesta racional de deudores y acreedores a una complicada coyuntura nacional. Con elevadas y crecientes tasas de interés en colones, el endeudamiento en moneda extranjera resultaba relativamente barato, lo cual hasta la fecha ha protegido al sector productivo de una contracción crediticia. Sin embargo, cuando el BCCR anunció su preocupación por el crecimiento del crédito en dólares, debemos inferir que la entidad está apostando por una fuerte devaluación del colón. Basta con un sencillo ejemplo.

Supongamos que una persona gana 50,000 colones y pide un préstamo por 100 dólares. Al tipo de cambio de hoy, esto sería aproximadamente 50,000 colones, manteniendo una relación 1 a 1 con el ingreso. Pero si el colón se devalúa un 30%, el valor del crédito en colones se elevaría a 65,000, elevando el pago de intereses (en colones) un 30%, posiblemente llevando a problemas de morosidad Sin embargo, los riesgos crediticios asociados a fluctuaciones cambiarias son únicamente relevantes en un contexto de una devaluación fuerte y permanente; mientras la salida de los capitales golondrina devaluaría el colón, esto sería transitorio: el índice de tipo de cambio real sigue exigiendo una apreciación del colón frente al dólar por lo cual aún tras la salida de estos capitales el colón volvería a pegarse a la banda inferior. En esencia, la explicación económicamente posible a la penalización a los créditos en dólares es la existencia de un problema de expectativas inflacionarias, en donde las pérdidas acumuladas por el BCCR en defensa de la banda el año pasado han causado que este ente perdiera el control sobre la inflación en el mediano plazo y “desborden” (devalúen) el tipo de cambio significativamente. Si tan grave es el problema inflacionario, se deben tomar medidas cambiarias, no crediticias.

Necesarias o no, las operaciones de la llamada “Banca de Maletín” y la “Off-Shore”, junto con la titularización de las carteras crédito y un escalonamiento de todas las tasas de interés, podrán marcar la pauta de panorama financiero de este año. Más allá de los efectos intermedios, podemos estar seguros que los avances realizados en el acceso al crédito de los últimos años serán contrarrestados, y las posiciones que hemos escalado en los rankings del Banco Mundial serán perdidos: es hora de atacar los problemas estructurales de la economía y no seguir imponiendo medidas de corto plazo, como controles crediticios, que distorsionan la actividad económica. 

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