Por German Felipe Vega Colaborador del Instituto AMAGI |
El reciente anuncio del Banco Central de Costa
Rica sobre la inclusión de políticas crediticias en su programa macroeconómico
ha tomado por sorpresa a varios sectores de la economía. A primera vista, la
ardua defensa de la banda inferior junto con el anuncio del BCCR traslada la
responsabilidad de control inflacionario, de manera injusta, al sector
financiero. A pesar de lo alarmante de estas medidas, existen dos cuestiones
aún más preocupantes que debemos resaltar.
Por una parte, el BCCR justifica las medidas
crediticias alegando la necesidad de prevenir “que los excesos monetarios
registrados, en particular en el último trimestre del 2012 e inicios del
presente año, se manifiesten en una burbuja crediticia” (Programa Macroeconómico
2013-2014, pg 22). Sin embargo, cabe preguntarse si esta medida tipo “leaning
against” es apropiada en el contexto. Una restricción crediticia, por oferta y
demanda, repercutirá en alzas generalizadas en los intereses, pero más
preocupante, van a disminuir la recaudación tributaria: al caer el consumo, cae
el ingreso por impuesto de ventas, al subir el
pago de interés, cae el ingreso por impuesto de renta por concepto del
escudo fiscal que genera esa erogación, y al frenarse la inversión, se desacelera
la actividad económica, empeorando la relación déficit fiscal-PIB. Las
restricciones crediticias propuestas, junto con la posibilidad latente de
recortes al gasto público y aumentos tributarios, pueden enviar a nuestro país
directo a una recesión: la formación de una burbuja crediticia por un mal
manejo de las finanzas públicas es la menor de las preocupaciones en estos
momentos. La publicación de este programa marca un retroceso en temas
monetarios en nuestro país, dejando abierta la pregunta de qué tan autónomo es
el BCCR, y cuanta injerencia tienen ciertos grupos de presión en nuestra
política monetaria.
Por otra parte, la expansión del crédito en
dólares vista el año pasado (de un 18.7% en comparación al 10% en moneda
nacional) es la respuesta racional de deudores y acreedores a una complicada
coyuntura nacional. Con elevadas y crecientes tasas de interés en colones, el
endeudamiento en moneda extranjera resultaba relativamente barato, lo cual
hasta la fecha ha protegido al sector productivo de una contracción crediticia.
Sin embargo, cuando el BCCR anunció su preocupación por el crecimiento del
crédito en dólares, debemos inferir que la entidad está apostando por una
fuerte devaluación del colón. Basta con un sencillo ejemplo.
Supongamos que una persona gana 50,000 colones y
pide un préstamo por 100 dólares. Al tipo de cambio de hoy, esto sería
aproximadamente 50,000 colones, manteniendo una relación 1 a 1 con el ingreso.
Pero si el colón se devalúa un 30%, el valor del crédito en colones se elevaría
a 65,000, elevando el pago de intereses (en colones) un 30%, posiblemente llevando
a problemas de morosidad Sin embargo, los riesgos crediticios asociados a
fluctuaciones cambiarias son únicamente relevantes en un contexto de una
devaluación fuerte y permanente; mientras la salida de los capitales golondrina
devaluaría el colón, esto sería transitorio: el índice de tipo de cambio real
sigue exigiendo una apreciación del colón frente al dólar por lo cual aún tras
la salida de estos capitales el colón volvería a pegarse a la banda inferior.
En esencia, la explicación económicamente posible a la penalización a los créditos
en dólares es la existencia de un problema de expectativas inflacionarias, en
donde las pérdidas acumuladas por el BCCR en defensa de la banda el año pasado han
causado que este ente perdiera el control sobre la inflación en el mediano
plazo y “desborden” (devalúen) el tipo de cambio significativamente. Si tan
grave es el problema inflacionario, se deben tomar medidas cambiarias, no
crediticias.
Necesarias o no, las operaciones de la llamada “Banca de
Maletín” y la “Off-Shore”, junto con la titularización de las carteras crédito
y un escalonamiento de todas las tasas de interés, podrán marcar la pauta de
panorama financiero de este año. Más allá de los efectos intermedios, podemos
estar seguros que los avances realizados en el acceso al crédito de los últimos
años serán contrarrestados, y las posiciones que hemos escalado en los rankings
del Banco Mundial serán perdidos: es hora de atacar los problemas estructurales
de la economía y no seguir imponiendo medidas de corto plazo, como controles
crediticios, que distorsionan la actividad económica.
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