28 de diciembre de 2012

Revolución

David Rodríguez
Vicepresidente del Instituto AMAGI

Algunos osan en llamarme alarmista, radical, repetitivo, sin ideas, desalmado, errado o mi preferido ‘out of touch’ (desvinculado con la realidad). Y yo no soy quién para decir que todos estos adjetivos no aplican a mi persona o a mis ideas en el sentido objetivo. Pero voy a presentar mi bien requerido rechazo de todas estas acusaciones; y curiosamente no lo hago para resguardar un ideal narcisista de mi persona (dado que mi autoimagen sólo a mi me corresponde) sino al contrario porque me considero un difusor de un ideal que proclama la libertad en su sentido más pleno y puro. Sería errado considerar que mi escritos no pueden tener una introducción notoriamente decorosa y que fluya de manera impecable; pero no es ese el tipo de comunicado que gusto yo hacerle a aquellos que como yo defienden a una ideología marcada por la libertad individual. Yo prefiero conversar para transmitir un mensaje de manera efectiva y precisa. Así que iniciemos.


Continuamente he mencionado que estamos en una etapa de transformación; marcada por un amanecer glorioso para la izquierda dado que la misma se empieza a consolidar en el poder. Las caídas de los gobernantes ‘más sensatos´ ahora abundan independientemente de la ubicación geográfica. Pero es aquí donde está la clausula que tenemos los liberales con la realidad; estos gobiernos se acercan de manera acelerada al abismo fiscal y poco a poco el libro de Orwell: 1984; empieza a resonar en los oídos del ciudadano común. Es como si Orwell narrara su libro y los ciudadanos escuchasen dicha narración en su diario vivir.

El tiroteo de carácter sádico en Connecticut logra en la humanidad un horror palpable. Los gobernantes ante dicha situación salen proclamando desarmar a la ciudadanía porque la misma con este tipo de tiroteos ha probado que no se le pueden confiar armas.

¡Pero esperen! Aquí hay un error garrafal. Si este es el caso ¿por qué en Suiza donde cerca del 50% de los ciudadanos tiene un arma de fuego el crimen es de los más bajos del mundo? ¿Por qué el día después de la tragedia en Connecticut; en China un hombre acuchillo de manera despiadada a decenas de personas? ¿No tiene la humanidad la confianza del Estado para poseer cuchillos? ¿Por qué en Estados como Texas donde es muy fácil obtener un arma de cualquier tipo no hay masacres cotidianas? ¿Por qué las personas en Texas no se masacran a sí mismos ya que tienen armas para ‘resolver sus conflictos’?

Muy simple. Porque las armas no son el problema.

Pregunto yo a manera de reflexión y con un deseo de apelar a la lógica. Si yo entrara a una escuela en Israel, armado, con el deseo de dispararles a niños inocentes; y me encuentro con un personal escolar en donde hasta los profesores poseen artillería pesada… ¿lograría yo una masacre? O lo que es aún más relevante ¿tan si quiera me molestaría en intentarlo?

Claro que no.

Las armas como las drogas son bienes transables en el mercado  que tienen una demanda. Ahora bien, al yo desarmar a una ciudadanía, esto hace a la ciudadanía vulnerable. Si nadie tiene derecho a estar armado entonces el crimen organizado (o incluso el espontáneo) sólo requiere de un arma para cometer su acto criminal.

Pero yo no hablo de armas porque las mismas sean la llave para la libertad. Las armas son relevantes pero son parte de una situación más compleja. La realidad es que nuestro mundo está en una etapa transitoria. Sin motivo de juzgar la situación de Islandia, el precedente que genera que los islandeses hayan decidido no honrar su deuda es símbolo de un cambio en la sociedad. Si bien en Islandia el Estado jugó con fuego, nosotros no podemos decir que esté bien lo que hizo Islandia y hasta cierto punto no podemos decir que esté mal. El Estado en nuestra sociedad es el creador legal de la ‘ética’ y por lo tanto se permite a sí mismo romperla en su diario quehacer. Esta ambigüedad está corrompiendo a nuestra sociedad. Pero ¿Qué hace el Estado para sostenerse a pesar de su enfermiza actitud?

Muy simple. Al desempleado le da cheques de desempleo, al enfermo le da un sistema de salud mediocre, a los jóvenes los adoctrina con educación pública, a algunos empresarios los soborna con regalos, a los ciudadanos les da más dinero aún si la economía no puede ostentar esa devaluación monetaria, a los pobres les dice que le quita a los que más tienen, etc.

El Estado se perfila como el justiciero, y al estilo Hitleriano y soviético; se dedica a inventar culpables:

¿Quién generó la crisis económica? Los capitalistas egoístas y ambiciosos.
¿Quién es culpable por los tiroteos? Las armas.
¿Por qué hay una crisis fiscal? Por falta de impuestos.
¿Quién genera la pobreza? Los que tienen el capital sin repartirlo.

¡Mentiras! Eso es lo que dice el Estado. Mentiras escudadas por intelectuales que osan de su ‘buen nombre’ para darle credibilidad a un Estado que miente. Somos una sociedad que quiere eliminar el riesgo, una sociedad que quiere prohibir la pobreza sin crear riqueza. Una sociedad que quiere redistribuir algo que no quiere crear. Una sociedad que protesta contra la austeridad fiscal como si el dinero de los productores o herederos de esos productores les perteneciese.

Una sociedad que no quiere crear capital. Sólo robarlo.

Pero señores y señoras, la crisis que se les viene es inimaginable. Nosotros los liberales no queremos que suceda, queremos evitarla antes de que sea muy tarde. Queremos despertar a la humanidad antes de que colisione contra la cruel pared que es la realidad.

Señalaremos todas las pruebas que advierten contra ese mal porvenir. Crearemos un contra-movimiento que desee el cambio antes de que el mismo suceda como el paso posterior al abismo. Pero lo más triste es que tan sólo somos individuos unidos con un mensaje que se resume en tres derechos naturales: libertad, propiedad privada y vida. Y lamentablemente aún así nos llaman radicales.

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