David Rodríguez Vicepresidente del Instituto AMAGI |
Algunos osan en llamarme
alarmista, radical, repetitivo, sin ideas, desalmado, errado o mi preferido ‘out
of touch’ (desvinculado con la realidad). Y yo no soy quién para decir que
todos estos adjetivos no aplican a mi persona o a mis ideas en el sentido
objetivo. Pero voy a presentar mi bien requerido rechazo de todas estas
acusaciones; y curiosamente no lo hago para resguardar un ideal narcisista de
mi persona (dado que mi autoimagen sólo a mi me corresponde) sino al contrario
porque me considero un difusor de un ideal que proclama la libertad en su
sentido más pleno y puro. Sería errado considerar que mi escritos no pueden
tener una introducción notoriamente decorosa y que fluya de manera impecable;
pero no es ese el tipo de comunicado que gusto yo hacerle a aquellos que como
yo defienden a una ideología marcada por la libertad individual. Yo prefiero
conversar para transmitir un mensaje de manera efectiva y precisa. Así que
iniciemos.
Continuamente he mencionado
que estamos en una etapa de transformación; marcada por un amanecer glorioso para
la izquierda dado que la misma se empieza a consolidar en el poder. Las caídas
de los gobernantes ‘más sensatos´ ahora abundan independientemente de la
ubicación geográfica. Pero es aquí donde está la clausula que tenemos los
liberales con la realidad; estos gobiernos se acercan de manera acelerada al
abismo fiscal y poco a poco el libro de Orwell: 1984; empieza a resonar en los oídos del ciudadano común. Es como
si Orwell narrara su libro y los ciudadanos escuchasen dicha narración en su
diario vivir.
El tiroteo de carácter
sádico en Connecticut logra en la humanidad un horror palpable. Los gobernantes
ante dicha situación salen proclamando desarmar a la ciudadanía porque la misma
con este tipo de tiroteos ha probado que no se le pueden confiar armas.
¡Pero esperen! Aquí hay un
error garrafal. Si este es el caso ¿por qué en Suiza donde cerca del 50% de los
ciudadanos tiene un arma de fuego el crimen es de los más bajos del mundo? ¿Por
qué el día después de la tragedia en Connecticut; en China un hombre acuchillo
de manera despiadada a decenas de personas? ¿No tiene la humanidad la confianza
del Estado para poseer cuchillos? ¿Por qué en Estados como Texas donde es muy
fácil obtener un arma de cualquier tipo no hay masacres cotidianas? ¿Por qué
las personas en Texas no se masacran a sí mismos ya que tienen armas para ‘resolver
sus conflictos’?
Muy simple. Porque las armas
no son el problema.
Pregunto yo a manera de
reflexión y con un deseo de apelar a la lógica. Si yo entrara a una escuela en
Israel, armado, con el deseo de dispararles a niños inocentes; y me encuentro
con un personal escolar en donde hasta los profesores poseen artillería pesada…
¿lograría yo una masacre? O lo que es aún más relevante ¿tan si quiera me
molestaría en intentarlo?
Claro que no.
Las armas como las drogas
son bienes transables en el mercado que
tienen una demanda. Ahora bien, al yo desarmar a una ciudadanía, esto hace a la
ciudadanía vulnerable. Si nadie tiene derecho a estar armado entonces el crimen
organizado (o incluso el espontáneo) sólo requiere de un arma para cometer su
acto criminal.
Pero yo no hablo de armas porque las mismas
sean la llave para la libertad. Las armas son relevantes pero son parte de una
situación más compleja. La realidad es que nuestro mundo está en una etapa
transitoria. Sin motivo de juzgar la situación de Islandia, el precedente que
genera que los islandeses hayan decidido no honrar su deuda es símbolo de un
cambio en la sociedad. Si bien en Islandia el Estado jugó con fuego, nosotros
no podemos decir que esté bien lo que hizo Islandia y hasta cierto punto no
podemos decir que esté mal. El Estado en nuestra sociedad es el creador legal
de la ‘ética’ y por lo tanto se permite a sí mismo romperla en su diario
quehacer. Esta ambigüedad está corrompiendo a nuestra sociedad. Pero ¿Qué hace
el Estado para sostenerse a pesar de su enfermiza actitud?
Muy simple. Al desempleado
le da cheques de desempleo, al enfermo le da un sistema de salud mediocre, a
los jóvenes los adoctrina con educación pública, a algunos empresarios los
soborna con regalos, a los ciudadanos les da más dinero aún si la economía no
puede ostentar esa devaluación monetaria, a los pobres les dice que le quita a
los que más tienen, etc.
El Estado se perfila como el
justiciero, y al estilo Hitleriano y soviético; se dedica a inventar culpables:
¿Quién generó la crisis
económica? Los capitalistas egoístas y ambiciosos.
¿Quién es culpable por los
tiroteos? Las armas.
¿Por qué hay una crisis
fiscal? Por falta de impuestos.
¿Quién genera la pobreza?
Los que tienen el capital sin repartirlo.
¡Mentiras! Eso es lo que
dice el Estado. Mentiras escudadas por intelectuales que osan de su ‘buen
nombre’ para darle credibilidad a un Estado que miente. Somos una sociedad que
quiere eliminar el riesgo, una sociedad que quiere prohibir la pobreza sin
crear riqueza. Una sociedad que quiere redistribuir algo que no quiere crear.
Una sociedad que protesta contra la austeridad fiscal como si el dinero de los
productores o herederos de esos productores les perteneciese.
Una sociedad que no quiere
crear capital. Sólo robarlo.
Pero señores y señoras, la
crisis que se les viene es inimaginable. Nosotros los liberales no queremos que
suceda, queremos evitarla antes de que sea muy tarde. Queremos despertar a la
humanidad antes de que colisione contra la cruel pared que es la realidad.
Señalaremos todas las pruebas
que advierten contra ese mal porvenir. Crearemos un contra-movimiento que desee
el cambio antes de que el mismo suceda como el paso posterior al abismo. Pero
lo más triste es que tan sólo somos individuos unidos con un mensaje que se
resume en tres derechos naturales: libertad, propiedad privada y vida. Y
lamentablemente aún así nos llaman radicales.
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