Por: Daniel Schuster Rodríguez
Colaborador del Instituto AMAGI
La
política no es un juego fácil, eso lo debería saber muy bien la Presidenta
Laura Chinchilla, tanto por su experiencia en cargos públicos como por su
formación profesional. Sin embargo, parece ser que ella está perdiendo la
noción de lo que implica negociar y conciliar intereses a fin de lograr las
tareas propuestas por su administración.
A
diferencia de lo que decía el antecesor de Chinchilla, la mesa no estaba
servida. Por el contrario, ni siquiera había dinero para comprar el pan. Así
que mientras la mandataria hacía campaña prometiendo que no iba a aumentar los
impuestos, los excesivos gastos del Estado se acumulaban dejándonos déficits
fiscales de los más altos de América Latina. Las famosas medidas anti-cíclicas
keynesianas al final no eran tales, lo que ocurrió fue la aplicación de una
política fiscal expansiva, irresponsable (curiosamente cerca del periodo
electoral), puesto que no se tenía certeza sobre su financiamiento.
Al
parecer Chinchilla no estaba informada de esta situación y a los pocos meses de
asumir en su cargo, presentó su famoso plan de “Solidaridad Tributaria” que con
sólo el nombre despertó la irritación de los costarricenses. El mismo proponía
transformar el impuesto de ventas en uno de valor agregado (IVA), aumentar la
tasa un 1%, gravar los servicios de educación y salud, entre otras medidas. Un
pueblo que no conozca su historia está condenado a repetir los mismos errores.
Por suerte, en este caso Costa Rica tomó la bandera de la defensa de su
patrimonio, siendo que durante los últimos cuarenta años se han aprobado varios
aumentos de impuestos que prometían solucionar el hueco fiscal de una vez por
todas, cosa que en realidad no sucedió.
“Los
impuestos nunca son populares”, con esa consigna se escudó la mandataria para
ignorar las demandas de la ciudadanía que, contrario a lo que sucedió en otros
países como Grecia, sí pedían recortes. Como si fuera poco, durante todo el
tiempo de debate, los medios de comunicación, los partidos políticos y los
institutos académicos encontraron vicios en el presupuesto y formularon sin
cesar alternativas para la reducción del déficit. Pero por alguna razón,
Chinchilla y su ministro de Hacienda se hicieron de oídos sordos.
Pero
no sólo jugaron las variables económicas en este caso. Los partidos políticos
(tanto los que apoyaron, como los que se opusieron al plan fiscal), sin
importar ideologías, sufrieron fuertes resquebrajamientos. Estructuras que
desde afuera parecían más o menos solidas, finalmente cedieron y para las
próximas elecciones se encuentran en proceso de inscripción tres nuevos
partidos nacionales, mientras que otros dos están a la espera de constituirse.
Asimismo, aparecieron de nuevo figuras en las agrupaciones tradicionales que
estaban en el olvido. Los “salvadores”, los llaman algunos.
Por
otra parte, intentos de los partidos que se ven debilitados intentan aliarse a
fin de contrarrestar a la agrupación de Chinchilla. Ignorando por su puesto,
que el detonante de esta crisis política fue el paquete tributario que algunos
de ellos mismos apoyaron. Lograron llevar las variables del sistema político
más allá de sus límites.
Y
en un país donde hasta hace poco la cultura política era tranquila y serena,
los ciudadanos finalmente protestaron con toda sus fuerzas. La tecnología
permitió a muchos enterarse rápidamente de lo que estaba ocurriendo y el
contagio de la frustración a nivel nacional tomaba sólo un día. Es así que
cuando los costarricenses se enteraron que el ex ministro de Hacienda y el
director de la Dirección General de Tributación (DGT) estaban morosos o evadían
el pago de sus propios impuestos, no fallaron en exigir la renuncia de los
mismos, a través de medios de comunicación y actuando por redes sociales
principalmente. La protesta fue positiva y ambos funcionarios dejaron sus cargos,
además de que se abrieron procesos legales en su contra.
Ese
hecho, fue quizá el clímax que desencadenó por completo la crisis política.
Hoy, la mandataria Chinchilla ha perdido toda la legitimidad por parte de los
costarricenses. El ranking de “Aprobación de Mandatarios de América” la
deja en último lugar del continente, con sólo el 26% de opiniones favorables.
Recientemente anunció un Plan B a “Solidaridad Tributaria” debido a que el
mismo fue declarado inconstitucional por errores de procedimiento. Tanto el
gobierno como este servidor concordamos en que esas medidas son insuficientes.
Pero, si Laura Chinchilla quiere proponer medidas permanentes ahora le será
mucho más difícil. Lleva dos años de gobierno y le faltan otros dos. ¿Qué va a
suceder?
Hay
medidas puntuales de política fiscal que podrían cumplir con los objetivos del
gobierno de reducir el déficit, sin convertirse en cargas que los
costarricenses no podrían soportar. Como ya se mencionó en primer lugar está la
revisión de las partidas del presupuesto y los recortes de gastos innecesarios
(consultorías, pensiones no contributivas, entre otros). Asimismo, se puede
utilizar la venta de activos del Estado o los superávits ociosos para facilitar
la movilidad laboral voluntaria de funcionarios públicos al sector privado.
Con
respecto a los impuestos, lo mejor que se puede hacer es mejorar la
recaudación, para lo cual ya existen proyectos al respecto. Voces más expertas
en el campo de la economía que yo, aseguran que sigue siendo buena la idea de
transformar el actual impuesto de ventas en un IVA para disminuir la evasión.
No niego que debido al control cruzado que facilita ese tributo se vaya a
colaborar en ese aspecto. No obstante, recordemos que la legitimidad ya está
por los suelos y es probable que los costarricenses no permitan nuevos
gravámenes del todo (el IVA grava el consumo de servicios que hoy no están
gravados en Costa Rica). Una buena jugada por parte del gobierno sería
disminuir la tasa, que hoy está en 13%, para crear un IVA neutral en recaudación
con una tasa del 10 al 12%.
De
todo lo anterior es importante mencionar que si bien la crisis política fue
provocada principalmente por un mal manejo de la crisis fiscal, la primera no
se acaba con solucionar la segunda. La imagen de la Administración Chinchilla
ya está muy deteriorada. La mandataria debe deshacerse de los viejos lastres de
su gobierno y volver a darle una revisión a su plan de gobierno para definir
nuevas prioridades, con nuevos actores a cargo de ellas. Sólo así y a través de
un muy consensuado dialogo, Costa Rica puede avanzar, un tanto renca, hacia el
2014.
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