28 de junio de 2011

Aquel país libre

por: Daniel Schuster
Editorialista del Instituto AMAGI
Era en aquel país donde aquel día, llegó.

En los sueños de los hombres libres, se fundó en un lugar específico, que no era ni el más grande ni el más rico, un país con una característica muy particular. El País de la Libertad. Todos eran bienvenidos, siempre y cuando accedieran, a respetar a los otros y sus pertenencias. Las reglas eran sencillas, todos las entendían, de hecho eran tan simples, que muchos ni tenían idea de cómo las hacían.
Era en aquel país donde los políticos eran casi inexistentes. No importaba no votar o no ver los debates. No importaba saber quién era el presidente, su poder era tan limitado que poco importaba en la vida diaria.
Era en aquel país donde las personas a las que no les gustaba la política no se tenían que preocupar. Sus derechos estaban seguros, las reglas eran claras y la justicia era cumplida. Esto se debía a que la política ocupaba el segundo plano en las decisiones, primero estaban los individuos, luego la familia y los amigos, luego las iglesias y las asociaciones, y así en una cadena jerarquizada de abajo hacia arriba.
Era en aquel país donde lo civil pesaba. Los policías no abusaban de sus facultades, ya que no tenían muchas facultades de que abusar. Su función se limitaba a perseguir a aquellos que habían hecho daño a otros. No tenían que revisar su vehículo para registrar sus pertenencias ya que no eran relevantes. La gente era libre de poseer lo que quisiera sin importar lo que fuera. Mientras no perjudicase a otros, no había problemas.
Era en aquel país donde todos podían participar libremente en cualquier actividad económica. Los empresarios podían invertir y hacer crecer sus negocios. De hecho eran tantos los que emprendieron que nadie podía ser muy grande ya que era muy difícil complacer los gustos de la sociedad tan diversa. No había distorsiones, patentes, permisos, subsidios, impuestos aleatorios, ni ningún otro tipo de intervencionismo. Había un orden claro que todos cumplían con facilidad, en especial enfatizaba que no se podía defraudar ni pasarle un costo a alguien más.
Era en aquel país donde los trabajadores consiguieron dignidad. No fue por medio de medidas gubernamentales, sino por la ausencia de este. Todos podían trabajar donde quisiesen y bajo las condiciones que considerasen conveniente, para ganar experiencia o para vivir. De igual forma los trabajadores se podían organizar libremente, en caso de verse abusados, ellos formaban sus propias empresas.
Era en aquel país donde los asuntos se trataban de manera local. Las calles, las alcantarillas, el control de crimen, la salud, la educación y cualquier otro tema que fuese necesario revisar por una autoridad se hacía en el mismo lugar. Esas mismas autoridades también tenían su poder limitado, podían colaborar con ciertas actividades y servicios cuando los residentes lo requiriesen, pero no podían apoderarse de ellos. El gobierno central sí colaboraba en la organización de proyectos más grandes.
Era en aquel país donde la posibilidad de reunirse y asociarse era realmente respetada. No había intromisiones en aspectos personales. El gobierno no tenía poder sobre el dormitorio ni la propiedad de otros individuos. Muchos consideraron que ciertos aspectos de esa sociedad no eran convenientes, podían intentar convencer a otros, pero no obligaban a nadie a cambiar. Ellos mismos vivían como consideraban correcto y se garantizaba el derecho de los demás de hacerlo también.
Era en aquel país donde los ciudadanos estaban tranquilos de que su dinero estaría disponible a largo plazo. No había políticas inflacionistas por parte de organismos bancarios. No era posible un elevado cobro de impuestos, la gente no lo permitía, por lo que los gobernantes eran responsables con los fondos que gastaban.
Era en aquel país donde los servidores públicos eran amigos. La fuerza gubernamental no era un cuerpo compuesto por múltiples personas desconocidas con beneficios excesivos. La función pública era una parte necesaria e importante de la sociedad, la gente quería algunas instituciones que colaborasen en mantener la paz y la libertad, en algunos casos no se molestaban en que utilizasen algunos fondos para promover la riqueza general. Al y al cabo, los habitantes tenían gran control sobre el destino de los empleados públicos, así que estos últimos servían a los primeros con mucha amabilidad.
Era en aquel país donde los legisladores no servían a sus partidos, sino a la gente, porque eran parte de la gente. Los periodos eran cortos y no se gastaba mucho en campaña, no era necesario ya que los legisladores eran parte de la comunidad y ante cualquier escándalo eran removidos de sus cargos. Algunos tenían buen liderazgo, así que los ciudadanos no tenían reparo en reelegirlos. Nunca tenían mucho trabajo igualmente, revisaban leyes y el funcionamiento de las limitadas instituciones para que sus labores se cumpliesen. Al ser poco lo que había que considerar, el control era muy efectivo.
Era en aquel país donde los individuos eran independientes y autosuficientes. No eran seres utópicos tampoco, eran humanos con sus virtudes y defectos. Algunos quizá más virtuosos no dudaban en tender una mano voluntariamente a quienes lo necesitasen.
Era en aquel país donde el mundo se encontraba. Tenían una política abierta a la inmigración y muchos se dirigían hacia allá con ansias de un futuro mejor. Se podían conseguir productos de todo el mundo, no había restricciones de ningún tipo. Eso fortaleció las industrias nacionales que tenían mayor ventaja y permitió a muchos conseguir productos más baratos. Cuando los habitantes llegaban de un viaje no eran humillados por un funcionario de aduanas, todos pasaban directo ya que el individuo era el soberano, no el gobierno.
Era en aquel país donde a pocos importaban los indicadores macroeconómicos, a pesar de que estos eran buenos. La riqueza se podía medir por la felicidad que se percibía con solo transitar por las avenidas. Aquellos que tenían aspiraciones constructivistas, de convertir a la sociedad en un tablero de ajedrez que podían mover a su antojo, eran ignorados por ciudadanos concsientes y críticos, que sabían que nadie puede tomar mejores decisiones por ellos que ellos mismos y que la libertad no fue fácil de conseguir. La sociedad era diversa, espontánea y siempre cambiante.
No era ninguna utopía. Los seres humanos que lo habitaban eran de la misma naturaleza que nosotros. Ni más buenos ni más malos. Motivados también por intereses personales. Tampoco estaba exento de problemas, habían conflictos, disputas, crimines, pobreza y otros males de la sociedad actual, pero estaban mucho más reducidos y eran atacados fácilmente.
La diferencia radicaba en que no había esclavos ni maestros. No eran los hombres quienes comandaban a otros hombres, sino la ley quien los juzgada a todos por igual. Con esas reglas podían ser libres.
Este lugar no era otra cosa más que el resultado de los anhelos libertarios de muchos individuos que se conformaron en tonar a una lucha en contra de la servidumbre. ¿Qué sucedió con este lugar? Quedó reservado para el destino, para aquellos que quieran buscarlo y merecerlo.

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