3 de mayo de 2014

El origen de la corrupción.

Mariela Palma Cambronero
Directora Ejecutiva Instituto AMAGI
“Puesto que no existe tal entidad conocida como 'el público', ya que el público es meramente una cantidad de individuos, la idea de que 'el interés público' va por encima de los intereses y derechos privados solo tiene un significado: que los intereses y derechos de algunos individuos tienen prioridad sobre los intereses y derechos de los demás."

El vicio  solo puede ser creado en el pensamiento del ser humano, quien puede ser vulnerable ante la corrupción. Podemos percibir actos de este tipo en tanto haya una malversación de fondos, de recursos, influencias; utilizando funciones o investiduras que se lo permitan y sin consentimiento de los intereses a los que representa o para los que trabaja.

Por tanto en cuanto más poder que permita intervenir para influenciar la ejecución de algún acto, más se es propenso a la corrupción; esto porque nadie por determinación es ajeno a esto. La corrupción no es característica de un régimen u otro, ni de derecha, ni de izquierda y es posible en cuanto alguien tiene atribuciones; por lo cual cuando el gobierno es grande, las personas se vuelven más pequeñas  en su libre albedrío.

En las instituciones públicas, la corrupción yace por la utilización de potestades para tomar decisiones sobre otros ciudadanos, en beneficio de intereses particulares, ya sea económico o de otra índole.

Se debe tener cautela con la moral que impide emitir juicios sensatos y que en contraposición, es común ver la emisión de juicios morales. Entonces es claro que no podemos juzgar si no es utilizando un criterio de racionalidad y es muy evidente que cuando se actúa no por entendimiento si no por creencia, esta es una opinión desacreditada que culmina en la corrupción e imposibilita una actuación comprensible.

Si un Gobierno basa la toma de sus decisiones en la costumbre o en doctrinas tradicionalmente aceptadas por el inconsciente colectivo, su argumento será ininteligible y su gestión equivocada y arbitraria; su tarea debe ser con argumentos técnicos y acorde a las necesidades del país, rechazando el uso de sus investiduras para otorgar privilegios a grupos; es por esto que la libertad es lo más incompatible con la corrupción, porque no ofrece controles a unos sobre los otros.

Cuando un fundamento no se puede comprobar, carece de sustento, definición o es ambiguo, no debe ser considerado como válido, si se niega la evidencia de lo que es correcto.
Cuando se autoriza al Estado para suministrar o subvencionar actividades privadas que los funcionarios públicos pueden vivir a costa de extorsiones, otorgando privilegios a ciertos grupos con los “recursos públicos”  y transfiriendo los costos a sus ciudadanos.

El poder del Estado para someter a unos ciudadanos a las exigencias de otros, y determinar la cantidad de libertad económica y social de unos grupos sobre otros, es en sí un acto de corrupción. El origen de la corrupción reside simplemente en el tamaño del Estado, cuánto más grande sea y más autoridad tenga para prohibir o imponer como obligatorio privilegios hacia unos ciudadanos  sobre otros y haya imparcialidad al aplicar sus facultades; lo que es claro es que el poder que tienen de limitar las libertades.

La pérdida de confianza en el sistema muchas veces lleva incluso al ciudadano a buscar una solución errónea, ya que aunque es paradójico, el ciudadano que está descontento con la corrupción del Estado muchas veces pide hacerlo más grande y darle más poder; para muchos nos es incomprensible esta situación, pero la realidad es que es lo que generalmente sucede en el inconsciente colectivo.

Se debe entender que la corrupción se da en el amparo de la misma administración  y por la facultad de poder que el mismo sistema concede a sus funcionarios, desencadenando generalmente improductividad y una pérdida de credibilidad en el sistema.

El erario público, sobre cualquier otra propiedad es la más propensa a ser víctima de corrupción y en muchos casos son actitudes ya impuestas y aceptadas por la mayoría de sus funcionarios.

Como decía Ayn Rand: “Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada, cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes sino favores, cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo y que las leyes no lo protegen contra ellos sino por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted, cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto sacrificio, entonces podrá afirmar sin temor a equivocarse que la sociedad está condenada.

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