Por Germán Felipe Vega Economista Instituto AMAGI |
Costa Rica ha sido uno de los países preferidos
en la región centroamericana por algunas empresas transnacionales (MNC) para
asentar parte de sus operaciones. Lo que empezó con el surgimiento de las
empresas maquiladoras en los años 70 y 80, se transformó en inversión
extranjera directa (IED) dedicada al “outsourcing” de servicios y a la manufactura de
equipo especializado. Quizás el caso más representativo de esta disyuntiva es
el caso de la empresa Intel Corporation, la cual se ha estableció una planta de
microprocesadores en Costa Rica en 1998, a la cual luego añadió un centro de
servicios compartidos así como diversas áreas de diseño y reingeniería. Tras un
desarrollo exitoso de la planta en Costa Rica, vinieron otras empresas en
industrias tan diversas como servicios médicos hasta centrales de llamadas.
Sin embargo, este lunes 7 de abril Intel
anunció el traslado de sus operaciones de manufactura en Costa Rica a Vietnam,
cesando a 1,400 trabajadores en el proceso. Así mismo, Bank of America anunció
el cierre de su centro de servicios, lo cual implicaba el despido de los 1,500
colaboradores locales de la empresa. Casi una semana después de lo acontecido,
rondan muchos comentarios culpando a la IED de “anti-social”, enfatizando en las
“consecuencias” negativas de la apertura comercial de nuestro país y la alta
dependencia de la producción y las exportaciones en empresas extranjeras. Si
bien es cierto que Intel representa cerca del 25% de las exportaciones de Costa
Rica y aproximadamente un 6% del PIB, debemos dejar de juzgar las políticas por
sus objetivos y empezar a analizar sus resultados.
Más allá de la generación de empleo, la IED en
Costa Rica ha demostrado traer consigo algo mucho más valioso que la
contratación de mano de obra y el levantamiento de capital productivo: las
habilidades blandas. Estas habilidades blandas o “soft-skills” son aquellas
relacionadas con las habilidades para la comunicación, las relaciones
interpersonales, ética de trabajo, y trabajo en equipo, entre otras. Un
reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo encontró que en Costa
Rica se han dado importantes derrames de conocimiento de las MNC a la industria
local. Dicho estudio encontró que entre 2001 y 2007, los ex empleados de MNCs
habían fundado 1,735 empresas, de las cuales un 80% se mantenían en operación
hasta finales de 2010. Esto implica que la tasa de fracaso de las empresas
creadas por ex empleados de MNCs es de un 16.7%, muy por debajo de la cifra de
40% reportada por el Observatorio de Mipymes para el país. Adicionalmente,
estos ex empleados ahora empresarios indicaron que las habilidades más
importantes que aprendieron durante su experiencia en una MNC se encontraban el
trabajo en equipo, el conocimiento técnico, y la administración del riesgo y la
incertidumbre. Sin la ayuda del conocimiento aprendido en un MNC, estos
empresarios quizás no hubiesen podido levantar su negocio con una mayor tasa de
éxito.
El balance de la apertura hacia nueva y diversa
IED ha sido provechoso para nuestro país: desde una diversificación de nuestra
estructura productiva hasta derrames de conocimiento de habilidades blandas, la
realidad es que poco a poco Costa Rica ha dejado de ser una economía agrícola
pequeña y cerrada a una economía de servicios un poco más grande pero insertada
de lleno en el campo de juego global. Dicen los vendedores que atraer un
cliente nuevo cuesta casi 5 veces más que mantener a uno existente. Tras la
salida de estas dos importantes empresas de Costa Rica, no quedará de otra más
que hacer un esfuerzo 5 veces mayor para hacer de este país un mejor lugar para
hacer negocios. Con ubicaciones desalentadoras en los índices de facilidad para
realizar negocios del Banco Mundial, así como altos costos de la electricidad,
un alarmante déficit fiscal, y una infraestructura vial y portuaria con hasta
40 años de rezago, tenemos muy claro cuáles deben ser los principales flancos
de ataque para el desarrollo de Costa Rica.
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