Juan Felipe Vélez
Tamayo Estudiante de Economía Universidad Eafit |
La semana pasada el secretario general de la Organización
de los Estados Americanos José Miguel Insulza hizo un llamado de atención a
Venezuela, incitando a la oposición y al oficialismo a sentarse a negociar una
salida pacífica a la actual crisis política que sufre este país. El secretario,
queriendo ser imparcial, recalcó que la intervención no es necesaria afirmando
que “el intervencionismo ya es una cosa del pasado”. Es cierto que el respeto
por la soberanía de los Estados Nacionales y la legitimidad de sus actos
políticos es importante; es cierto que la intervención militar, además de
resultar más perjudicial que benigna, debe ser una herramienta de última instancia;
no obstante también es cierto que asumir una posición política clara no es lo
mismo que intervenir.
Asumir una posición política no necesariamente implica
asumir una postura de izquierda o derecha. Una de las principales posiciones
políticas del Gobierno de los Estados Unidos es no negociar con terroristas,
independientemente del talante republicano o demócrata de la administración de
turno; lo mismo sucede con la Unión Europea y su posición de solo aceptar
países con gobiernos democráticos, sin que la preferencia por un Estado de bienestar
o fiscalmente conservador de sus integrantes afecte dicha resolución. Si se
analiza la historia de la OEA podremos ver que esta institución nunca ha tenido
posturas tan claras como los otros dos organismos mencionados en cuestión.
La OEA desde su fundación en el año de 1948 ha sido un
organismo de resultados mixtos, con logros como la creación de la comisión
interamericana de derechos humanos, o el BID; y aun así pusilánime frente a las
dictaduras y regímenes liberticidas. La única vez en que la OEA pudo plantarle
cara a un régimen dictatorial fue en el año de 1962 con la expulsión de Cuba,
recién empezando el régimen Castrista, por presión, irónicamente, del
presidente Venezolano Rómulo Betancur.
De la expulsión de Cuba en adelante la historia de la
OEA se ha visto marcada por una protesta pasiva y posiciones ambiguas frente a
los regímenes dictatoriales. A pesar de que estas dictaduras latinoamericanas
fueron denunciadas en numerosas ocasiones por el CIDH y otros organismos internacionales
la OEA nunca tuvo la disposición de llevar sus protestas hasta las últimas
consecuencias. No expulsó a Nicaragua bajo la dictadura de Anastasio Somoza;
toleró el derrocamiento de Salvador Allende por parte de Pinochet; no fue clara
con los distintos gobiernos militares en el Salvador, y si lo hubiera hecho tal
vez se hubiera evitado una cruenta guerra civil; con Uruguay fue igual de
cobarde; y la misma historia se repite en el Proceso de Reorganización Nacional
en Argentina a principios de los 80.
La única que vez que la OEA volvió a mostrar su
firmeza fue en el año 2009 cuando se opuso al derrocamiento del presidente
Manuel Zelaya en Honduras, un radical cómplice de la dictadura responsable de
la actual crisis en Venezuela y con dudosa estabilidad mental para gobernar; su
desfachatez llegó a tal punto que hasta el propio partido de Zelaya, el Partido
Liberal de Honduras, apoyó el golpe de Estado. Cabe mencionar que ese mismo año
Cuba fue admitida otra vez en la OEA.
En la actualidad la
OEA sigue tolerando la represión y la violación de las libertades individuales
escudándose bajo el argumento de “la no intervención”; esta vez con el alivio de
que los gobiernos de Correa, Ortega o Maduro no llegan a
los niveles de represión de las dictaduras de los años 70 y 80. No obstante,
muestra de la equivocación de este organismo es Venezuela, un país donde la
clase media esta destruida y la oposición, siendo más de la mitad de la
población, difícilmente tiene voz y voto. Solo queda señalar que en la Carta de
la OEA en el Articulo 2, del Capitulo I, en la sección B se menciona como uno
de sus deberes “Promover y consolidar la democracia representativa dentro del
respeto al principio de no intervención”, eso sí, dándole mas importancia al
principio de no intervención que a la democracia representativa.
En Honduras no hubo golpe de estado. Zelaya violó la constitución al convocar por decreto ejecutivo un referendo que le permitía perpetuarse en el gobierno. Por esa razón fue depuesto constitucional y legalmente. En su proyecto Zelaya estaba apoyado pro Chávez y los Castro. Honduras iba camino a convertirse en una dictadura y miembro del grupo de socialismo siglo xxi.
ResponderEliminarPreocupante que los Estados se escuden en "la autonomía y soberanía" para reprimir a sus ciudadanos , mientras la comunidad internacional se queda observando.
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