Por Daniela Vargas Instituto AMAGI |
“Si se hubiera dejado la tarea a los pusilánimes hombres probablemente
casi nada hubiera ocurrido. De hecho, fueron tres mujeres, [Isabel] Paterson,
Rose Wilder Lane y Ayn Rand- quienes, con alusiones despreciativas hacia la
comunidad de negocios masculina, reactivaron la fe en una filosofía
estadounidense más añeja. No había un economista entre ellas. Ninguna tenía un
Doctorado.
Yo había comprendido el mensaje de Albert Jay Nock en “Nuestro Enemigo
el Estado” y de Hillaire Belloc en “El Estado Servil”, pero no fue sino hasta
leer “El Dios de la Máquina” de Isabel Paterson, “El Descubrimiento de la Libertad”
de Rose Lane, y “El Manantial”, así como “La Rebelión de Atlas”, de Ayn Rand
que la concepción de poder social de Nook se convirtió en una detallada
realidad. Estos libros la redujeron a que si la vida ha de ser algo más que una
lucha al desnudo por favores del Estado, se debe crear una nueva actitud hacia
al productor.” John Chamberlain
Este mes, dedicado a las mujeres,
celebro la libertad y destaco el papel que ellas han jugado en esto que llaman
la lucha por la libertad. Porque lejos de ser criaturas desamparadas en un
mundo dominado en su mayoría por hombres, las mujeres en la lucha por la
libertad han sido protagonistas, guerreras. La batalla no está perdida si
podemos recuperar la fe en el poder de las ideas, dijo Hayek, y precisamente
gracias a la creencia en dicho poder de mujeres como Ayn Rand, Rose Lane,
Isabel Paterson y Margaret Thatcher, es que la batalla sigue viva.
Precisamente en este día
internacional de la mujer, contrario al pensamiento colectivista de que las
mujeres “necesitamos” de la protección del Estado y de la sociedad para poder
“surgir”, yo, como mujer, me inspiro en estos individuos y afirmo que el lugar
en la sociedad que las mujeres podemos llegar a tener, como protagonistas de
cambios, como líderes de revoluciones, como las cabezas de gobiernos y
corporaciones, no se encuentra ligado en ningún momento a nuestro género, a
nuestra condición de mujeres. No. Está en nuestras mentes, en nuestra capacidad
y potencial infinito como seres humanos, como individuos.
El poder de las ideas no tiene
género. Todos podemos ser depositarios de este como individuos, como seres
racionales, cuya realización máxima la alcanzamos a través de nuestras mentes.
Por ello precisamente, por esta
fe en el poder de las ideas, en el individuo y en su capacidad de decidir actuar
racionalmente, es que puedo afirmar que lejos de fortalecer nuestro potencial, la
promoción de políticas de género nos coloca a las mujeres en un estado
permanente de vulnerabilidad y desventaja, como si no pudiéramos competir, libre
e igualitariamente, en las mismas ligas que los hombres. Esta concepción de que
las mujeres necesitamos una constante protección por parte del Estado tiene un
efecto devastador en el desarrollo de nuestro potencial: nos condena a ser víctimas eternas, repitiéndose el rol
paternalista que en una sociedad machista ejerce el hombre sobre lo que llama
“su mujer”.
Termino citando a Margaret
Thatcher, quien no necesitó favoritismos o consideraciones especiales para
alcanzar sus logros, compitió con los hombres, no como hombre o como mujer,
sino como individuo y logró ser quien fuera no porque ser mujer, sino porque en
su tiempo y ante sus pares fue la mejor. Eso sí es digno de ser reconocido, no
su género, no una condición biológica. No, sus logros fueron producto del
desarrollo de su potencial.
“Si
una mujer llegase a surgir, yo diría que se le dé la misma oportunidad que
tienen los hombres en búsqueda de un puesto en el gabinete. ¿Por qué no una
mujer Jefa de Estado o Secretaria de Asuntos Exteriores? ¿Por qué no? Y si ella
comete errores, no será la primera en cometerlos en ese puesto”.
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