"Lo preocupante no es la perversidad de
los malvados sino la indiferencia de los buenos." –Martin
Luther King
Por Asdrúbal Vargas
Presidente Instituto AMAGI
Costa Rica está llegando a un
punto de catarsis. Cada país, al enfrentar severas crisis como la que atraviesa
el nuestro, busca válvulas de escape para canalizar la frustración, enojo y
hasta sensación de impotencia que provoca en nosotros la arbitrariedad y
desfachatez con la que actúa el gobierno en nuestra vida diaria.
Y
es que aunque nuestro país enfrente severos problemas de fondo que quizás
resultan más medulares que un aumento de impuestos, ha existido un evidente
despertar de muchos grupos sociales que han canalizado su frustración de diversas
formas ante el coraje que genera tener un circo por Asamblea Legislativa, una
impunidad creciente que deja a la deriva a cientos de familias, la erosión
diaria del fruto de nuestro trabajo, el bloqueo de oportunidades de crecimiento
social y personal, entre muchas otras faltas que se perpetran en nuestras
propias caras.
Lo
que quiero decir con esa breve introducción es que como un costarricense más
comprendo lo triste que es observar como la institucionalidad, la división de
poderes, la transparencia y hasta la paz de la cual nos vanagloriamos internacionalmente
de tener resultó ser una verdadera mampara que nos cegó por mucho tiempo y
ahora caemos en cuenta del grave daño que generó el desatender como ciudadanos
nuestro diario vivir, confiándole la resolución de nuestros problemas a una
clase política profesional enferma y carcomida por el poder. Pero lo más
importante es que no por esta frustración que nos embarga, justifico bajo
ninguna forma los atropellos que están cometiendo muchos para lograr a la brava sus conquistas.
En
estos momentos de tensión es cuando resulta esencial, con cabeza fría retomar
conceptos que nos ayuden a definir exactamente lo que sucede en aras de buscar
soluciones. Los sindicatos y algunos grupos de este país olvidan que no existe jerarquización
alguna de “libertades” sino únicamente los aspectos de nuestra vida en los que
hacemos uso de ella. El fin último que se pretende con una manifestación no
justifica bajo ningún medio que se atropelle cuanta garantía individual se
encuentre en el camino.
No es posible
que para reivindicar las “grandes luchas sociales” se paralice el diario vivir
de miles de costarricenses, de la misma forma en que los propio sindicatos criticaron
cuando por la irresponsabilidad gubernamental, un puente afecto a los miles de
costarricenses que pasan a diario por la autopista General Cañas. El principio
es exactamente el mismo y la falta también, la afectación a terceros por la
irresponsabilidad de las acciones.
Es increíble
como parece que hemos llegado al punto de comportarnos como legítimos animales,
en el sentido más pleno y vulgar de la palabra. Abandonando los más básicos
principios de convivencia humana y desatando un frenesí de rabia como el
espectáculo de vándalos que hoy se hicieron pasar por motociclistas los cuales
con el fin de reducir su marchamo, despedazaron parabrisas, puertas y carros
amenazando contra la vida, seguridad y propiedad privada de quienes tuvieron la
grandísima malacrianza, irrespeto y
cinismo de atreverse a continuar con su vida diaria, ir a recoger a los niños a
la escuela o hasta de alguna ambulancia que pretendía salvar la vida de alguien
acosta de la noble causa motorizada.
Hoy fue quizás
el ejemplo más gráfico de lo que parece ser nuestra cotidianidad, donde las
calles se han convertido en campo de batalla de causas encontradas. Los
conceptos de manifestación y libertad de expresión se encuentran prostituidos
de tal forma que hasta los presos de la reforma hacen fila detrás de
sindicatos, universidades, partidos políticos y sepa Dios que otros grupos
sociales que esperan en línea para abusar sin piedad o escrúpulos de ellas.
Ya es hora de
que también entendamos que la libertad que tuvimos para elegir a nuestros representantes
no es cuestión de tomársela a la ligera y que las decisiones que se toman en Cuesta
de Moras o Zapote son más vinculantes de lo que muchos creen (por absurdo que
resulte tener que refrescarle esto a muchos) y que ya es hora de que nos
responsabilicemos pagando los platos rotos de una decisión de llevar hasta su muerte
a un sistema de desarrollo agotado que no da para más, al que llevamos dándole vida
artificial desde hace décadas.
Lo que hoy
hago es un humilde llamado a la calma, que honestamente como ciudadanos reconozcamos
que el circo que realizan nuestros representantes no es más que el fiel reflejo
de un país que sigue creyéndose la del “país más feliz del mundo”, donde todos
somos igualiticos y donde entre nosotros somos pura vida.
Que nos quitemos la máscara con la que nos
vemos en el espejo y volteemos la mirada al monstruo de que nuestra
indiferencia y conformismo ha creado con el paso de las décadas, que abandonemos
el miedo que sume a muchos de ser llamados herejes por cuestionar los grandes
falencias que damos por sentadas en nuestro país y que no nos de vergüenza exigir
el respeto a ultranza de nuestra libertad humana en la más mínima de las
escalas.
Y con esto no
lo invito a tirar piedras y quemar llantas en la Avenida Central, lo invito a
que reflexione que la inacción tiene incidencia y que ya va siendo hora de que
los costarricenses demanden y asuman los espacios de toma de decisiones que han
sido fagocitados por los parásitos que requieren vivir de esta vorágine.
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