Por Luis Fernando Ceciliano Miembro del Instituto AMAGI |
Exactamente ayer hace 33 años el
grillete del sandinismo se ciñó sobre Nicaragua. La justificación formal de los
“revolucionarios”: derrocar a la tiranía de los Somoza. La intención real de los comandantes: establecer
un régimen marxista – leninista al estilo cubano y exportar el modelo al resto
de Centroamérica, incluyendo – por supuesto – a Costa Rica.
Como la mayoría de los
costarricenses, quien escribe estas palabras solamente conocía una versión de los
acontecimientos que gravitaron en torno al derrocamiento de Anastasio Somoza
Debayle, la cual consideré como cierta y definitiva. Sin embargo, gracias a un
buen amigo, llegó a mis manos una magnífica obra poco conocida llamada Nicaragua Betrayed, de Jack Cox, una suerte
de narración por parte del propio Somoza acerca de los últimos meses de la
guerra civil. No pretendo ni me corresponde juzgar si sus actuaciones como
presidente fueron o no adecuadas, si era o no el dictador sanguinario con que
se le identifica en todo el mundo, solamente me limitaré a un par de cuestiones
puntuales muy interesantes.
En primera instancia, es
sorprendente la forma en que la administración estadounidense encabezada por el
presidente Jimmy Carter volcó, sin ningún miramiento, todos sus esfuerzos a
favor de los revolucionarios, a pesar de la manifiesta antipatía de éstos hacia
los Estados Unidos, y en contra del gobierno nicaragüense: suspensión
unilateral de tratados, bloqueo a las exportaciones, sabotaje diplomático y
mediático, y prohibición a las transacciones financieras con bancos
nicaragüenses, entre otras cosas. Esto ciertamente debilitó a Somoza, pero a un
costo altísimo para toda la población, que sufrió enormemente por las carencias
derivadas del bloqueo estadounidense.
Segundo y más asombroso aún: la
complicidad de los gobiernos costarricenses de Oduber y Carazo. A pesar de que
la no injerencia en los asuntos de otros países ha sido uno de los pilares de
la política exterior costarricense, don Daniel primero y don Rodrigo después,
sin el más mínimo empacho, pusieron a disposición de los rebeldes vastas
porciones de Guanacaste y Alajuela para facilitar sus incursiones armadas a
Nicaragua y luego acogerlos de regreso, le dieron paso libre y espacio de
aterrizaje a los aviones cargados de armas patrocinadas por Omar Torrijos y
Carlos Andrés Pérez, y hasta permitieron que ganado robado por los sandinistas
se trajera al país para su comercialización, por citar algunos ejemplos.
Al final, como bien sabemos, el
gobierno de unidad nacional del cual formaban parte revolucionarios, empresarios y representantes
de la sociedad civil no duró más que unos pocos meses, instaurándose la trágica
dictadura involucionaria encabezada por los Ortega, Borge, Pastora y demás seres
depravados cuyo nombre ni siquiera merece la pena ser escrito. ¿Por qué
involucionaria? Sencillo: los modestos índices económicos y sociales que el
país había alcanzado hasta entonces se fueron a la basura y la instauración del
modelo patrocinado por Fidel condenó a miles a la pobreza extrema, al
tiempo que las libertades políticas e
individuales eran cercenadas de golpe y los opositores perseguidos y
encarcelados sin misericordia, mientras la cúpula del Frente Sandinista de
Liberación Nacional se repartía, cual juego de mesa, las propiedades
confiscadas a los extranjeros y a los opositores del régimen. Y, como broche de
oro, después de haberlos utilizado a entera satisfacción, mandaron al iluso de
Carter y a sus amigos “imperialistas” al carajo, al tiempo que cimentaron las
bases de la relación inamistosa y agresiva de los gobiernos nicaragüenses
contra Costa Rica, la cual subsiste hasta nuestros días.
Exactamente ayer hace 33 años el
grillete del sandinismo se ciñó sobre Nicaragua. Hoy, aunque cambiaron el uniforme verde oliva y el fusil de asalto por
la jacket de cuero y el rosario católico, mantienen el mismo discurso mesiánico
e incendiario de antaño, el mismo odio por quienes piensan distinto, el mismo
desdeño por Estado de derecho y las instituciones democráticas, el mismo
apetito desaforado por los bienes ajenos. El yugo y el oprobio sandinista
siguen destruyendo a Nicaragua, las mismas monas con diferente vestido, los
mismos piricuacos oportunistas de hace tres décadas.
Dice el autor Luis Fernando: "el mismo desdeño por Estado de derecho y las instituciones democráticas,"...
ResponderEliminarYo pregunto, ¿Cuál desdén, por parte de los sandinistas, las instituciones democráticas y el Estado de derecho? ¿Ortega está en el poder por las armas o porque fue electo en un proceso democrático? ¿Ortega ejerce su mando a la fuerza o apoyado en el derecho positivo?
Tan democrático es Hugo Chávez, como lo es Laura Chinchilla, o Juan Manuel Santos. El problema no es el desprecio por la democracia sino por la Libertad individual; conceptos muy diferentes. Ver:
http://blog.institutolibertad.org/2008/04/democracia-vs-libertad.html
Si usted pone y quita magistrados a su antojo, si usted modifica la Constitución para su propio beneficio y si manipula los organismos electorales para perpetuarse en el poder, ¿cómo se llama eso?
ResponderEliminarNi Chávez, no Ortega, ni Evo ni Fidel pueden jamás llamarse demócratas por apoyarse espuriamente en instituciones pseudodemocráticas. Eso, mi estimado, se llama autoritarismo competitivo, no democracia.
Le recomiendo un artículo de Michael Bernhard "The Leadershiop Secrets of Bismarck", publicado en Foreign Affairs de noviembre-diciembre de 2011.