Ernesto Aquino |
Parece que se perdió en el tiempo
-y entre las muchas tempestades
de insensateces-, el recuerdo
de aquella pervertida cacería de ángeles
que encumbró el arribismo de necios y ladinos,
y puso las libertades
sobre una cruz de prohibiciones
desde donde nos mira,
sorprendido por tanta indiferencia,
el mismo Cristo.
Parece que nunca sucedió,
o que los perseguidos
-asimilados en otra identidad-,
alcanzaron la “madurez” de la inconsciencia
en el discurso de otra fe,
o refugiaron su rabia en el enigma
de la “otra mejilla”.
Yo no sé en que momento del dolor
apareció el alivio;
pero debe parecerles
más pequeño el pesar
para que estén comulgando
con el fraude.
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