Por: David Rodríguez Suárez
Vicepresidente del Instituto AMAGI
Yo les soy muy honesto que no estoy del todo satisfecho
con el camino por el cual en la actualidad recorre mi país. Tampoco les voy a
argumentar que siempre he sido un enamorado de ‘mi patria’ y que Costa Rica
tiene que volver a sus raíces para encaminarse por el camino a la libertad.
Costa Rica es un país con sus ventajas y sus desventajas pero entre sus
principales desventajas se encuentra su gobierno.
No podemos hablar de una Costa Rica toda poderosa, reina
de la producción, con un mercado impactante o con una economía envidiable.
Podemos hablar de un sistema de educación ‘menos malo’ que el de varios de
nuestros vecinos y un sistema de salud poco eficiente y estancado. Nuestro
gobierno es confuso; por un lado conocemos a los capitalistas de Estado que lo
integran y por el otro a los Estatistas de la ya arcaica pero consolidada
socialdemocracia de nuestro país. Tuvimos a una Costa Rica domada, dependiente,
pobre, mediocre y castrada por buena parte de este siglo; y no es casualidad
que la misma coincidiera con los períodos intensificados de nuestro Estado de
Bienestar. La relación entre ambos fenómenos es menos sorprendente de lo que
algunos imaginan y por lo tanto me veo forzado a elaborar.
Dicen que de buenas intenciones está plagado el camino al
infierno (parafraseando a mi antojo); y esto fue lo que pasó en nuestro país.
Se abrieron portillos en las últimas administraciones del Partido Republicano
bajo la creencia de que un sistema solidario sería el que nos haría progresar.
Garantías sociales y laborales fueron las primeras en trazar este camino que
pronto daría luz a los sistemas de seguridad social; pero conforme estas nuevas
modificaciones se aventuraban en nuestra sociedad, también llegó al poder un
Estatista de los apasionados y expandió sin sorpresa todo el aparato estatal.
Salud, educación, electricidad, préstamos de vivienda, ayuda social,
beneficiencia, seguros, banca, telecomunicación; todo pasó a manos del Estado.
El sueño de la social democracia se volvió una realidad pero el sistema no
perduró indefinidamente; y con las crisis económica que sufrió Costa Rica, el
gobierno se vio obligado a implementar un poco de sentido común dando paso así
a una significativa capitalización económica. Bancos privados, educación
privada, medicina privada; todos estos entraron a nuestro país en un tiempo
relativamente cercano al período de liberalización relativa que vivió nuestro
país. Esto sumado a la adecuada abolición (maquiavélica) del ejército llevó a
Costa Rica por un camino muy interesante, uno por el cual Costa Rica ha sido
reconocido en la región.
Llega así Costa Rica a una dualidad letal; nos
enorgullecemos por lo que ‘solidariamente’ da el gobierno mas reconocemos la
importancia del mercado. Popularizamos así el choque palpable entre el social demócrata
y las opciones de centro con alguno que otro tinte de economía ‘de derecha’. La
evidencia empieza a tornarse mundialmente a favor del liberalismo económico,
dado que la URSS cae al suelo ante un occidente de tinte liberal económico más
con alguna que otra contradicción que la historia reciente lograría magnificar.
Costa Rica optaría por lo tanto por abrir sus protegidos y vergonzosos mercados
y dejar así que nuestro país empiece a respirar. Mostrándoles a sus ciudadanos
que no sólo en películas es posible el sueño y éxito individual. Sus índices de
desarrollo humano claro no iban a bajar; la capitalización es vital en
cualquier sistema pero curiosamente más en uno ‘solidario’ (vemos el caso de
los países escandinavos); no se puede distribuir si no se produce.
Con deficiencias, con profesores de universidades
públicas apabullados por el fracaso de sus teorías, por sindicatos asustados de
que sus asociados se den cuenta de que el costo marginal de pertenecer a un
sindicato es sustancialmente menor a su beneficio marginal (al emplearse una
visión íntegra y de largo plazo); Costa Rica se vería polarizada en dos eventos
recordados: el Combo del ICE (relativa privatización de este ente) y el Tratado
de Libre Comercio (al que si bien la palabra ‘Libre’ le queda grande como
término teórico; al ser contrapuesto con el proteccionismo ‘tico’ esta palabra
se adecúa de manera excepcional). Chocan los pálidos ‘visionarios’ con los fervientes
derrotados. Y ante este clima de incertidumbre Costa Rica al mejor estilo de
los años cuarenta volvería a buscar caudillos que le inyectaran confianza a
pesar de ser reformas sin beneficio alguno que notar. Con keynesianismo
adaptado y una corrupción letal; Costa Rica se estancaría con una alta
burocracia y el título latinoamericano de tener el mayor déficit fiscal.
Es por lo tanto Costa Rica una mezcla extraña y difícil
de analizar. Costa Rica sólo ha logrado abrir sus puertas al mercado de manera
forzada (contextualmente al caer en crisis económica el modelo que tanto
santificó) y por una poca sorprendente evidencia empírica que se palpó a nivel
mundial. Por lo tanto Costa Rica nunca se enamoró de la libertad. Su amante
siempre fue la social democracia; aquella figura emblemática que prometió el
mundo, la paz, el progreso y la justicia social. Esta seductora figura no nos
ha de extrañar subyace en el inconsciente de una Costa Rica que por más que lo
ha intentado… de la misma nunca se ha logrado olvidar.
Empezó Costa Rica cercano a los años ochenta, una
relación sana y rejuvenecedora con la libertad económica. Una figura sólida,
fuerte, dominante, exitosa y solucionadora de problemas. Le permitió a Costa
Rica sostener a prácticamente todos los hijos que tuvo con su primer amor.
Financió e incluso mejoró la capacidad de la educación pública, amplió la
seguridad social, enriqueció a las telecomunicaciones, los seguros, la banca y
al sector de electricidad. Consolidó la asistencia social, permitió al Estado
aumentar su burocracia; en fin la figura del mercado sostuvo a los hijos de la
social democracia.
Pero claro hay un fenómeno psicológico que Costa Rica no
supo prevenir. Lo vemos en los sectores vulnerables a los que ayudamos con
caridad. Cuando damos algo regalado seguido, con un ritmo medible y con una
secuencia marcada; generamos dependencia. Hay una metáfora que me permito
parafrasear: había una vez una clase en donde el profesor quiso educar a su
clase, por lo tanto les dijo que en ese curso la nota de cada uno iba a ser el
promedio de la nota sumada de todos los compañeros de clase. Al principio el
resultado alegró muchos a aquellos de notas más bajas y no molestó a los de
nota promedio, sin embargo no pasó mucho tiempo cuando los de notas bajas y
medianas se dieron cuenta que la nota de los más estudiosos les ayudaba a ellos
al subir el promedio. No tardó mucho tiempo hasta que estos dos grupos dejaron
de estudiar y los más estudiosos se empezaron a esforzar menos porque aún si
sacaban notas perfectas, el promedio nunca les iba a dar para pasar.
Este fue el problema de la Costa Rica del Estado
Benefactor. Como todo se nos daba; la ambición era extraña y casi que un lujo
individual. De esta manera se ampliaba el sector social necesitado y se cortaba
y limitaba a aquellos encargados de capitalizar y producir. El sistema social demócrata
por lo tanto contradice a la tendencia psicológica de la humanidad. El
liberalismo y el fortalecimiento de la figura individual; nos enseña al
contrario a capitalizarnos y por lo tanto a indirectamente beneficiar a la
sociedad.
Pero volvamos a los amoríos de Costa Rica. Si bien la
figura del mercado le dio mucho a nuestro país; en el inconsciente dependiente
y mediocre nacional nunca se superó a la mítica social democracia. No importa
si la misma nos daba una enfermedad venérea; Costa Rica con ella quedo
obsesionada e incluso a su nueva amante estaría dispuesta a sacrificar.
Con esta alegoría nada más les quiero mencionar, que la
Costa Rica de la que hablo incluye a un grupo de generaciones costarricenses
que avanzan en edad. Sin embargo las nuevas generaciones han experimentado de
manera cuantitativa con ambas figuras; y es por eso que día a día la figura
liberal es la que todos los que con ella estamos enamorados debemos magnificar.
El sistema de mercado no funciona sin enamorarse de la
libertad.
Cito a Nietzsche con este ejemplo de lo que bien aquellos
que estudiamos psicología o aquellos que nos llamamos liberales debemos
propulsar: ‘‘Incomodar al individuo, esa es mi tarea’’.
Muy bueno, sin embargo, no olvidemos la fuerte influencia que tuvo un pequeño partido político en aquellos tiempos, cuando en 1948 fue electo, y dió paso a la decadencia de nuestra sociedad. Tras haberse sentado los pilares de la Costa Rica de hoy en día en 1940, fue a partir del '48 que llega al poder un partido que pretende poner en práctica una estrategia que aún hoy en día camina, y buscan desesperadamente cumplir sus planes: el gobierno y lucro.
ResponderEliminarQue lástima, pero hasta que Costa Rica no ponga frenos a esto, creo que el país continuará sin rumbo. Espero algún día no muy lejano, con mayor amplitud en mis conocimientos, poderle ayudar a este país a ponerle frenos a las ansias de la ambición. Lo que hay que hacer, es devolverle los valores y la educación al costarricense que fue robada por este grupo de políticos que nadan en su corrupción.
Y de este modo, poder dejar en libertad al pueblo que a lo largo de cinco décadas ha aclamado por ejercer su visión emprendedora.