Por: Diego Segura Cano
Columnista del Instituto AMAGI
Por ahí he escuchado varias opiniones
que se pueden sintetizar en una sola: Andrés Oppenheimer es un neoliberal.
Comúnmente he escuchado estas opiniones en boca de personas que arman
escándalos en contra del libre comercio, en contra de las transnacionales, en
contra de la palabra competitividad, en contra de las privatizaciones, de la
disminución de la injerencia del Estado sobre la vida de las personas, de la
disminución de ciertos beneficios que se gestaron en el Estado de bienestar.
Bueno, en fin, quienes despotrican continuamente contra estos temas tienden a
odiar colectivamente a Oppenheimer, al nivel de que lo consideran tan
perjudicial que nunca han leído ni uno de sus libros, ni han perdido tiempo en
ver una de sus columnas, u osado en exponer su vista a una entrevista del
periodista argentino. En otras palabras: hay quienes están tan en contra de
Oppenheimer que llegan al extremo de nunca haberlo leído. Delirante, verdad.
El que digan
que Oppenheimer es neoliberal ya me parece necedad, hace semanas que sostengo
que eso de los neoliberales no existe, y quienes utilizan todavía ese concepto
son víctimas de una atrofia intelectual fuerte. Pero la cosa es que cuando he
escuchado que este periodista es neoliberal comúnmente lo asocian a todo el
liberalismo, o sea, que cuando maldicen al neoliberal de Oppenheimer todos los
demás liberales vamos en la colada. Y yo me dije recientemente: ¿Andrés
Oppenheimer liberal? Y la pregunta no es ni tan ociosa, tiene sus intersticios
desde donde hablar, sobre todo tomando en cuenta que cuando decimos “soy
liberal” a más de un hijo de vecino se le viene a la cabeza la satánica y
maléfica prosa de Oppenheimer que aunque no ha leído sabe que es perjudicial
para todo ser humano que prefiera la vida al mercado. Así que desde mi humilde
opinión, le doy respuesta al asunto: sí y no.
Y
principalmente no. Oppenheimer no es liberal. Oppenheimer no es liberal a como
podemos ubicar otros intelectuales y políticos liberales en América Latina y el
mundo. Sus libros no tratan sobre el mercado, ni versan sobre la propiedad
privada, ni sobre el individuo, ni sobre la necesidad de un Estado que no
intervenga en la vida económica. Él no habla sobre ninguna de estas cosas al
tiempo que sí lo hace. Oppenheimer no es un teórico liberal, ni siquiera
podemos hablar de que todos sus argumentos sean liberales, más bien a veces se
le salen algunos comentarios que a un liberal le dejan mucho que desear. Pero
esto se debe a que Oppenheimer es pragmático, no liberal. Él se embarca en la
misma cuestión que durante décadas de décadas ha dado para discusiones
encontradas y miles de libros escritos: cómo llegaremos a ser desarrollados.
Buscando respuesta a esta interrogante es donde él sí se acerca al liberalismo.
Oppenheimer es
liberal en tanto es pragmático. Actualmente en casi todo el mundo, aunque en
algunos lugares sólo sean algunas personas, existe un sentido común liberal.
Este sentido común se ha desarrollado desde el siglo antepasado, ha ido ganando
espacio aunque sus decaídas han sido múltiples. Hoy en día parece obvio que un
país que decida tomar una posición autista ante el comercio mundial se va a ver
condenado al fracaso, se sabe que el libre comercio da diversas y necesarias
oportunidades para el crecimiento económico. Por lo menos en el mundo
occidental las democracias liberales gozan de una fama destacable. A cualquier
estudiante de administración de empresas que se le pregunte podrá enumerar la
necesidad de ser más competitivos en los distintos mercados si no nos queremos
ir al carajo. Dudo encontrarme algún administrador de empresas que me diga que
la competitividad es una estrategia del capital para su dominación imparable
sobre los más pobres. Bueno, espero no encontrármelo.
En fin, así se
pueden ir mencionando aristas sobre el sentido común liberal persistente.
Claro, hay otros sentido comunes, aquí en Costa Rica reluce un sentido común
estatista, en donde el Estado me debe dar trabajo, puesto que obvio antes me
había dado educación; y si me dio educación y trabajo debe cobrarme lo mínimo
por tener salud, y si me dio educación, trabajo, y salud, pues que me dé plaza
en el trabajo para no verme sometido a los avatares de los cambiantes mercados
de trabajo, y si ya me dio plaza pues que no espere que sea eficiente pues
trabajar tanto y en exclusividad resta emoción a la vida, y me deprimo. Y ya
que el Estado me dio todo eso, pues que no me despida cuando yo falte un día, y
no me despida si falto dos, y vaya a ver si hace el intento que ahí están los
compañeros comprometidos del sindicato que tomarán uno y dos días “libres” sin
ser despedidos para ir a defender al trabajador honrado que faltó uno o dos
días al trabajo por razones desconocidas. Y si el Estado hace algo que no me
gusta pues me resta beneficios, saco el tercer día de vacaciones y marcho y
huelgueo y obstruyo. Y que ni se le ocurra a nadie hablarme de competitividad,
de mejora del ser humano en condiciones de competencia, que no me hablen de
mercado, pues vivo en Costa Rica y fui criado con un sentido común estatista, y
esas cosas que se aprenden de chiquitito ya no se olvidan.
Pero la cosa
es que Oppenheimer no bebió de este sentido común, sino del sentido común
liberal, y desde su punto de vista pragmático tratando de dar respuesta a cómo
ser desarrollados, aplicó y defendió y defiende posiciones liberales que
parecen obvias a cualquier persona que no viva en modalidad autista. Así, en
Oppenheimer podemos encontrar cosas muy útiles, y algunas cosas muy ingenuas,
porque la verdad a veces peca de ingenuidad o de entusiasmos ante batallas no
ganadas. Pero insisto, Oppenheimer es liberal y no lo es, su liberalismo
proviene de un sentido común liberal que adoptó pragmáticamente buscando
responder sus preguntas.
¿Vale la pena
leer a Oppenheimer? Sí, a ratos hasta divertido es.
¿Oppenheimer
liberal? Sí y no, ya expliqué.
¿Oppenheimer
neoliberal? Dejen de hacer preguntas superfluas.
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