5 de febrero de 2012

Veritas: La agricultura no es diferente

EDITORIAL

No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés.” Adam Smith

Los costarricenses tendemos a ser un tanto cerrados en cuanto a nuestras creencias. Para muchos, lo que se les enseñó en la escuela es irrefutable y termina siendo programado en sus conciencias para el resto de su vida. Entre esos misterios inhóspitos se encuentra la lástima (o la falta de conocimiento económico) sobre la suerte de los productores agrícolas.

Cuando el gobierno se rehúsa a comprar la cosecha a los arroceros o frijoleros se inicia un sentimiento de malestar colectivo como ningún otro. Quizá muchos costarricenses tengan buenas intenciones, es decir, es claro que nadie desea que otros pasen necesidades. Sin embargo, hemos de preguntarnos en primer lugar, ¿por qué les compra el gobierno la producción a los agricultores?

Esa respuesta tiene como origen el Consejo Nacional de Producción y el modelo de sustitución de importaciones, cuyos fallos se han descrito en otros artículos y habría dedicar unos cuantos más al tema. En fin, cuando el gobierno nacional decidió preocuparse por la suerte del productor porque supuestamente eso “estimularía la economía”, dejó al consumidor y a los mercados de lado. Fue allí cuando empezó una serie de privilegios que continúan hasta nuestros días.

Revisemos lo que hace el Estado por los productores agrícolas. En primer lugar, casi que por obligación les tiene que comprar la producción, sin importar ningún otro criterio (caso contrario protestan); no obstante, ningún otro sector tiene tal seguridad. Lo anterior equivale a que el gobierno decida comprarle la producción a un fabricante de ropa y si el producto no es competitivo, simple: ¡lo paga el contribuyente! Es muy sencillo jugar con dinero ajeno.

Pero eso sólo aplica para ciertos productos, constan beneficios más generales. Se han aprobado enormes cantidades de leyes “de apoyo”. Hoy en día la agricultura está prácticamente exonerada de impuestos, así como el capital para invertir en ella. Muchos por optar por recibir tierras gratis. Como si fuera poco, las condonaciones de deudas y pagos por reparo de cosechas son comunes.  Si usted no está en la agricultura sabrá que para los demás no hay tales privilegios. ¡Aun así la gente dice que el Estado no hace nada por los agricultores!

En AMAGI no estamos en contra de ninguna actividad económica en particular, esta no es una crítica a la práctica honesta de la agricultura, es una crítica al lobby millonario que se escuda bajo la imagen del labriego sencillo. Pero la realidad es que los mercados son evolutivos y hoy en día ya no se hace tan ventajoso producir ciertos productos a nivel nacional. Los hogares más pobres de Costa Rica gastan cerca del 80% de sus ingresos en comprar alimentos, entre los cuales está el arroz, cuyo precio dentro del país es de los más elevados a nivel mundial gracias a los privilegios especiales.

Los incentivos que se han creado además distorsionan el número de productores que existirían de manera normal, al haber beneficios muchas personas que habrán tenido la oportunidad de dedicarse a otra cosa no lo hicieron.

La realidad de muchos agricultores no es tan fácil, pero la solución deba pasar por sacar al Estado de la ecuación. Nada de beneficios y ayudas especiales en primer lugar. Una política agraria liberal pasaría por reducir los impuestos de manera general (ergo, también afecta a la agricultura), cerrar el Consejo Nacional de Producción, facilitar la entrada de agricultores a mercados comunes competitivos, mejora de la infraestructura y acabar con los martirios comunes del estatismo para que la producción se desarrolle normalmente. ¿Cañas de pescar o el pescado?

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