24 de febrero de 2012

Temed a los socialistas y a los populistas

 Por: Diego Segura Cano
Columnista del Instituto AMAGI

Tengo aquí a la par mía mi edición de Camino de servidumbre de Friedrich Hayek. Y en el Prefacio escrito por Hayek en 1943 el autor da la siguiente declaración:

Para los que, a la moda de hoy día, buscan un motivo interesado en toda declaración de opiniones políticas, permítaseme agregar que tenía sobrados motivos para no escribir o publicar este libro. Con toda seguridad, ha de molestar a muchas personas con las que deseo vivir en amistosas relaciones; me ha obligado a interrumpir trabajos para los que me creo mejor calificado y a los que concedo mayor importancia a la larga, y, sobre todo, es indudable que dañará la futura acogida de los resultados de otros trabajos más estrictamente académicos, hacia los que me llevan mis inclinaciones.

Es Camino de servidumbre uno de los libros más reconocidos del liberalismo. Para quienes se encuentran dentro de la tendencia no puede ser menos que un clásico, para quienes regodean fuera de ella no es más que el libro maléfico a partir del cual los tecnócratas neoliberales tomaron las medidas básicas para sumir a la región en la pobreza y la desgracia del capitalismo salvaje. Opiniones iguales se le dan a La sociedad abierta y sus enemigos de Popper: por un lado es el clásico, por el otro el manual del averno. Y considero que la diferencia entre quienes sostienen el clasicismo y quienes sostienen el apocalipsis es sólo una: los primero leyeron los libros, los segundos no.

Hayek, en la cita anterior, deja claro su rechazo a la escritura y la publicación de su texto, lo considera una desviación de sus propias capacidades, un camino hacia la enemistad de muchos, y una mala sombra para su obra posterior. Pero tenemos la suerte de que a pesar de esto el autor haya decidido publicar, así poseemos un clásico a partir del cual trabajar. Pero surge la pregunta: por qué a pesar de que Hayek no quería la publicación, la realiza; qué impulso fue más fuerte que los perjuicios que podía traerle Camino de servidumbre. Yo lo veo muy sencillo: el miedo, el temor.

Para el año de 1943 el miedo y el temor que abrigaba Hayek era que Inglaterra, en donde había aflorado lo mejor del liberalismo clásico, estaba encaminada sin saberlo hacia el socialismo y sus terribles consecuencias, el nacionalsocialismo, el fascismo, el comunismo. Fue el temor de tal posibilidad que Hayek veía como realidad la que llevó a que entre sacrificios Camino de servidumbre fuera publicado.

Así, sin más, este clásico del liberalismo nos deja claro el enemigo principal de la libertad durante todo el siglo XX: el totalitarismo. Y mientras muchos buscaban explicaciones enmarañadas de por qué Hitler llegó al poder, de cómo surgió el fascismo y su vertiente más perversa, el nacionalsocialismo, de cómo toda Europa iba degenerando en esa guerra que acabaría en 1945, Hayek daba la explicación más convincente, la más concisa y la que dejaba mejor armados a quienes quisieran combatir la tiranía: el socialismo.

Hoy día, recordando que el pasado 4 de febrero se reunieron los miembros y observadores de la ALBA en Venezuela, me viene a la mente el temor de Hayek. Desde mi opinión el socialismo venga de donde venga, sea el momento histórico que sea, no puede llevarnos más que a caminos erróneos y malsanos. En América Latina Hugo Chávez defiende lo que se denomina “Socialismo del siglo XXI”. Como si ser de este siglo lo hiciera mejor, más acertado, más benigno. Un argumento que me han esgrimido en discusiones es que el fascismo no fue socialismo, sino un error de la modernidad y de Europa, que el nacionalsocialismo fue más que todo un aparato propagandístico encabezado por los nazis, que la Unión Soviética no fue ni “socialismo real” ni comunismo; y que por esto el socialismo más que un régimen es una espiritualidad, un sentimiento, una esperanza y una utopía, y que este es el momento oportuno para de una vez por todas alcanzar una “sociedad pos-neoliberal” donde predomine el socialismo, ahora sí, el verdadero socialismo.

Estos argumentos no dejan de ser mediocres entre más que se les maquille. El socialismo existió, tuvo su oportunidad histórica (por decirlo de alguna manera), y tal oportunidad degeneró en millones de vidas humanas cegadas, en la pobreza perpetua de otras tantas que lograron aferrarse a la vida. Para nosotros el socialismo no debería ser ni de lejos una posibilidad, pero alrededor de la mitad de los países latinoamericanos son guiados por presidentes y presidentas cuyos partidos se declaran socialistas.

El mayor problema resulta en que este socialismo se encarama en el populismo para sostenerse electoralmente mientras va desarmando las distintas constituciones. Me acuerdo hace más de un año en que me encontraba presentando una ponencia en un congreso sobre Estudios de América Latina y el Caribe. Dentro de lo poco que hablé, pues el tiempo apremiaba, recalqué mi crítica a los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo por haber elevado el gasto público y haberse endeudado a niveles exorbitantes, todo por mantener su poder de una manera populista. El auditorio, que era mínimo, se molestó inmediatamente, y un señor considerándose mejor preparado frente a mi juventud, me increpó con las siguientes palabras: “si el populista hace hospitales, si el populista hace escuelas, que bueno que tenemos al populista, yo me quedo con el populismo si me da eso, ¿acaso usted no entiende?”. Y aunque yo no acostumbro ser precavido, tomando en cuenta que estaba encerrado con 25 personas que me miraban con malos ojos, decidí no darle largas al asunto y seguir en otro aspecto. De por sí ya iba a ser hora de almuerzo, mal momento para meterse en discusiones intestinas en donde uno no ganará ni de lejos.

Creo que en esto que acabo de relatar se encuentra la razón por la que para nosotros Hayek sigue siendo un clásico. Su ataque al socialismo y su crítica de todos los males que nos puede traer no nos es ajeno. Aquí seguimos, casi 70 años después, en batalla contra el socialismo. 

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