29 de febrero de 2012

Aclarando los Nublados del Día

Por Asdrúbal Vargas
Presidente de Instituto AMAGI

Hasta que se aclaren los nublados del día… ¡Cuán emblemática resultó siendo la frase que inspira el Acta de los Nublados! Aquella emitida en la Capitanía General de Guatemala ante la incertidumbre que la idea de la independencia y libertad generaba para las provincias centroamericanas.

Y es que si hay frase que a mi gusto pueda sintetizar varios de los capítulos trascendentales de la historia política costarricense es la de la comodidad que brinda esperar a “que se aclaren los nublados del día”, la legitimación de la inacción para evitar consecuencias, la práctica opción de meditar en medio del río si devolver los pasos o seguir el camino aunque tengamos el agua hasta el cuello.

Con la disyuntiva del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, ese sentimiento desolador invadió a un gran número de costarricenses ante las profecías de un Armagedón de proporciones bíblicas que juraba llevarse de la mano de las grandes transnacionales los pilares de la institucionalidad costarricense; sacrificar a nuestras vacas sagradas como el ICE, la CCSS y el INS por un puñado de pesos.

Ante este espeluznante panorama, la sabia respuesta de nuestros dirigentes de izquierda, movimientos estudiantiles y opositores al tratado era quedarnos por fuera del acuerdo comercial ante el inevitable riesgo de socavar la democracia costarricense. Era completamente comprensible que en esa vorágine de promesas de la tierra prometida por parte del SI y la garantía del infierno por parte del NO, que se empezaran a nublar nuevamente las mentes de los costarricenses dejando la sensación de inseguridad sobre el porvenir.

Recuerdo claramente las lágrimas en los ojos de muchos activistas del No al TLC al imaginarse como la apertura comercial aniquilaría a sus amados elefantes blancos una vez que se declaró oficialmente el resultado del Referéndum por parte del Tribunal Supremo de Elecciones: Nuestro futuro estaba sellado.

Esa polarización nacional que marcó un importante episodio de la historia costarricense fue también una bocanada de esperanza para quienes defendemos la libertad en todas sus expresiones, pero la realidad es que las consecuencias de la competencia regulada por el Estado donde se decide de forma arbitraria los ganadores y perdedores de la economía terminó dejando un sabor agridulce en los que observamos cómo se le impusieron los grilletes estatales al libre mercado.

Pero hablemos un poco de las profecías que nuestros apóstoles socialistas señalaban en sus epístolas: Soy del criterio que una de las cosas más difíciles de digerir son las más obvias de nuestro entorno por lo que detallemos lo que hasta la fecha nos ha demostrado la evidencia empírica en esta área.  Poco menos de 2 años tienen de aprobadas las leyes complementarias del TLC y lejos vemos las revelaciones apocalípticas que auguraba el ágora opositora.

El caso del ICE y el mercado de las telecomunicaciones fue el que más pronto mostro alguna suerte de resultado, fuera de los medios quedaron las sonadas noticias de cuando el ICE sacaba a disposición del público las famosas boletas de reservación de líneas GSM, por las cuales cientos de costarricenses llenaban las cuadras aledañas de las instalaciones del como si estuvieran haciendo cita para el EBAIS de la CCSS (¡Curioso que siempre pase ese fenómeno de las filas en los monopolios!).

La amenaza de la inminente competencia obligó que la institución se saliera del cómodo letargo monopólico al tener que socarse la faja para dar un mejor servicio, pero claro que para hacerlo Papá Estado le regaló un año de competencia libre para asumir una nueva cartera de clientes, incorporar nuevos servicios y dejarse la exclusiva de ciertos productos, a esto hay que sumarle el trabajo individual que la SUTEL se hecho al hombro para garantizar el menor número de competidores mediante altas barreras regulatorias y difíciles carteles de licitación que dejaron como resultado un país poco sexy para la inversión. El resultado? Un ICE Kölbi fortalecido con más que camino recorrido de antemano en la competición donde los escasos adversarios que se animaron a entrar tuvieron que batallar además con la maraña de leyendas urbanas y mentiras que crearon una vez más nubarrones oscuros que los ticos esperaban que aclararan.

Con el ICE empezamos a notar las consecuencias vividas en los años noventa con la apertura de la Banca Estatal (la cual era de prever también llenara de nubes oscuras el panorama para los costarricenses en su momento) donde lejos de cumplirse los fatales temores de sus opositores dejó como saldo una banca estatal sólida, consolidada y robusta fortalecida mediante el constante ejercicio de la ley de la oferta y la demanda.

En el mercado de seguros también notamos algo parecido. Pese a que el sector experimenta aún un lento dinamismo dada la desconfianza de los costarricenses en las nuevas oportunidades, actualmente encontramos una diversificación de servicios donde los grandes ganadores terminan siendo los consumidores finales.

Y es que precisamente porque no hay nadie mejor que cada individuo para darle valor a su propiedad privada, actualmente encontramos hasta lo más impensables seguros para la mascota, el ganado, el celular, la computadora y hasta cosechas agrícolas. El abanico de opciones que abre la libertad de elección creó un radio de acción donde los seguros de vida pueden amoldarse a las verdaderas necesidades de las personas, haciendo que incluso el INS tenga hasta la fecha más de 45 pólizas autoexpedibles.

Sin embargo pese el buen paso que aparenta mostrar este sector existen otros factores que nublan y empañan una verdadero clima de competencia. Las fuertes regulaciones y trabas que le impone la Ley Reguladora del Mercado de Seguros crean un frío ambiente de inversión para los nuevos competidores dejándole al Instituto Nacional de Seguros un camino mucho más holgado para una institución que desde el 2006 pudo afilar sus uñas y replantear estrategias comerciales. Nuevamente la mano estatal frenando los estribos del mercado.

Sólo para agravar un poco más este nublado panorama falta agregar la tormenta fiscal que se avecina. Si hay algo capaz de crear incertidumbre en el mercado, ahuyentar la inversión y sofocar a quienes ya se encuentran haciéndolo, es la amenaza de un paquete tributaria que cuanto más dure en ser rechazada en el congreso más tiempo estará siendo una altísima muralla contra la inversión extranjera donde los principales sacrificados son los cientos de jóvenes que engrosan las listas de desempleo nacional.

A todos los enemigos del libre mercado… ¿A donde están los cataclismos prometidos a Costa Rica con la apertura? Ahhh… Pero algunos dirán que el tiempo les dará la razón y es todavía muy temprano para reconocer las bondades del libre mercado, justificando su necesidad de ser controlado con las excusa de que es necesario que el día aclare por completo, donde la única verdadera nube que impide que podamos apreciar de mejor forma estos beneficios son las creadas por la excesiva regulación estatal.

Y con esto no le digo miopes a quienes prefieran seguir teniendo su celular con el ICE o asegurar a su familia con el INS, al fin y al cabo de eso se trata la libertad de elección y por eso mi número de teléfono sigue empezando con 8. Se los digo a quienes continúan poniendo barreras mentales que crean nubarrones y avivan tormentas para justificar el control de mercado, a quienes ponen a sus sagradas vacas doradas por encima del derecho que tenemos todos los costarricenses de elegir según nuestros gustos y necesidades la alternativa que más nos convenga en cualquier ámbito.

Ellos se niegan a aceptar el principio natural de la elección humana y la facultad que con ella,  adquirimos los seres humanos de tomar nuestras propias decisiones, y es precisamente esa característica la que nos invita a dejar de lado esa cultura de inseguridad e indecisión que sume actualmente a todo un país que sigue esperando que aclaren las nubes creadas por ellos mismos.

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