15 de enero de 2012

Veritas: Un amargo retorno a clases

EDITORIAL

El aumento del conocimiento depende por completo de la existencia del desacuerdo.” Karl Popper



Pasadas las fiestas navideñas y de fin de año, muchos padres de familia se dedican ahora a tomar el tiempo para preparar a sus hijos para el retorno a clases. No obstante, dicho retorno contará –como se ha vuelto costumbre– con amargas sorpresas.

 En primer lugar tenemos a los padres de familia que vieron la necesidad de matricular a sus hijos en escuelas y colegios de condiciones deplorables. Esto sucede porque no tienen todos los recursos para matricularlos en otro lugar, muchos jóvenes no ganaron los exámenes para ingresar a los limitadas alternativas distintas que ofrece el Ministerio de Educación Pública (MEP) o sencillamente fue lugar donde el sistema los colocó. Es una desgracia que a estas alturas sigamos creyendo en un sistema educativo centralizado, donde supuestamente los burócratas en San José van a estar pendientes de todas las necesidades alrededor del país. A pesar de que se han gestado soluciones viables para mejorar la calidad del aprendizaje, con escuelas y colegios administrados por juntas privadas, pero donde se recibe un subsidio para permitir una incorporación inclusiva de la población; el gobierno se ha dedicado a ponerle límites y a iniciar su estatización. ¿Tendrán algún día los padres (que son contribuyentes de impuestos) el derecho de escoger la institución que prefieren para sus hijos? La realidad es que a partir de ese día, la competencia mejorará el servicio en general.

Como si lo anterior no fuera suficiente, se debe recordar además que muchos jóvenes se encontrarán con malos (y pésimos) profesores, que por más que se demuestre su ineficiencia o incompetencia será muy difícil que salgan del sistema. El MEP se encargará, quizá, de destituirlos de alguna institución particular, pero los instalará en otra. Mientras tanto, los buenos maestros quizá ganen menos que los malos, los sindicatos de la educación se han preocupado más por ganar beneficios de inmunidad y permanencia, que ventajas por dar estar al nivel que demandan los padres.

 No se debe olvidar la famosa lista de útiles. Gracias a aranceles, impuestos y otras barreras típicas del estatismo, esta es cada vez más cara. Ignorando las diferencias en todo el país, el infame uniforme único puede ser un martirio para algunas familias pobres. Y es que si sólo tienen uno sólo, ¿qué pasará al día siguiente de que llueva, que se ensucie o incluso que se rompa? Los padres no tienen ni voz ni voto, el MEP impone las reglas y se hace de oídos sordos. Los (caros) libros y los cuadernos de las materias estandarizadas, desconocen las ventajas de la autonomía y de tener varías realidades del país. ¿Es que acaso los burócratas no se han dado cuenta que son precisamente las alternativas las que hacen al mundo más dinámico y próspero?

Y para terminar el recorrido del retorno a clases en Costa Rica, donde los estudiantes pierden cada día más su propia voluntad para asistir a lecciones, el MEP termina de empeorar la situación prohibiendo prácticamente todos los productos comestibles, en las sodas de escuelas y liceos. Y es que para el Ministro Leonardo Garnier (quien está a favor de la legalización de las drogas), esta prohibición sí es muy positiva. Es claro que se ignora que con sólo la posibilidad de poder obtener dichos bienes afuera de las instituciones, la estimulación de un “mercado negro” es casi inevitable.

¿Son las escuelas y colegios prisiones? A veces pareciera que sí; asistencia obligatoria, programas concebidos por el gobierno, alimentación planificada por el gobierno; uniforme decidido por el gobierno, entre otras. Definitivamente se ha perdido la perspectiva de lo que significa educación, la hemos convirtiendo en el primer instrumento del Estado para imponer ingeniería social.

Esta es la realidad educativa de Costa Rica, donde la educación es un “derecho humano”, no un servicio ofrecido por maestros que transmiten formas de desarrollar la capacidad del pensamiento propio. Entonces, bajo el pensamiento socialista, tal derecho está suspendido en una nube sagrada en el cielo que sólo los políticos y burócratas sabios pueden manejar. Amargo retorno a clases, sin azúcar en las comidas ni en el sistema en general.

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