Por Daniel Schuster Rodríguez
Editorialista del Instituto AMAGI
El debate acerca de la legalización de las drogas calienta en el mundo cada vez más. Diferentes figuras desde intelectuales, académicos y hasta políticos han salido en la defensa del fin de la nefasta “guerra contra las drogas”. Sin embargo, al mismo tiempo existen grupos que intentan impedir que esto suceda y cuando Esperanza Aguirre (Liberal, Presidenta de la Comunidad de Madrid) defendió en televisión el fin al prohibicionismo, los sectores más conservadores de su propio partido no se quedaron callados. De ahí que en España se difundiera un texto titulado “Ocho argumentos para no legalizar las drogas”. Veremos punto por punto que tan fuertes son estos argumentos.
1. Es del todo impensable “una sociedad indiferente que admita la posibilidad de ver destruirse a una buena parte de sus miembros de forma legal”.
Podrá ser impensable o no, pero esa es la realidad actual y nada tiene que ver con drogas legales. ¿Ha escuchado de los accidentes de automóviles? Probablemente sí. Los autos son objetos de metal de varias toneladas que viajan a velocidades muy altas, son en sí máquinas de matar; aun así, nadie habla de prohibir los autos. Los cuchillos de casa admiten la posibilidad de que una buena parte de sus miembros se destruyan de forma legal. ¿Los vedamos también? El ejercicio de la libertad conlleva responsabilidad y si empezamos a prohibir tales o cuales cosas porque son malas para el cuerpo, luego prohibiremos otras porque son malas para el alma y así. Bajo este argumento llegaremos eventualmente al punto donde tengamos un Estado Policía que vigila cada segundo de nuestras acciones. Eso sí impensable.
2. La regulación de las drogas a nivel mundial no podrá evitar “las fórmulas ilegales (mafias) que hagan llegar la droga a los menores, por ejemplo”.Así, Estados Unidos “ha reducido el consumo al ritmo en que se destruían plantaciones en Colombia”. Hay que recordar que EE.UU. es el mayor comprador de cocaína a este país. De 10,5 millones de consumidores que tuvo en los ochenta ha pasado a 5,3 millones en 2008.
Por el contrario, Europa, que se abastece de cocaína en Perú y Bolivia, duplicó sus consumidores de 2 a 4,1 millones en diez años.
“El consumo de cannabis cayó del 11,2 al 9,2 de cada 100 adultos que lo han consumido en el último año. Del 36,6% al 29,8% en menores”, cita Berna González en su artículo.
Es decir, “la combinación de la represión […] y la prevención del consumo, la educación para aumentar la percepción del riesgo entre la población, dan frutos innegables”, añade.
¿Entonces meter a la cárcel a personas que no hacen daño a otros es un buen método? Vaya, muchos dictadores totalitarias estarían orgullosos. Es claro que la prevención y la educación son componentes importantes, pero es imposible creer que encarcelar a los adictos es una buena idea. El adicto, en su defecto, tiene un problema de salud, no uno de justicia criminal. La represión en muchos casos conduce a agravar la situación y no a solucionarla.Es decir, “la combinación de la represión […] y la prevención del consumo, la educación para aumentar la percepción del riesgo entre la población, dan frutos innegables”, añade.
Como podemos ver los argumentos que presentan los prohibicionistas carecen de validez, al menos, en lo que respecta al funcionamiento de una sociedad libre. Ahora bien, si lo que algunos quieren es imponer sus valores morales o alguna otra especie de gobierno que nos proteja de nosotros mismos (Estado Niñera), quizá estos argumentos les puedan parecer muy legítimos.
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