28 de septiembre de 2011

El reto del liberalismo es cambiar los horizontes culturales

Alejandro Barrantes Requeno*


Con frecuencia, quienes creemos en las ideas de la libertad, nos asombramos por qué nuestras propuestas no calan en las personas de la misma forma como lo hacen las ideas colectivistas.

Gracias a un proceso de educación y adiestramiento, las personas han fijado sus horizontes culturales en los principios colectivistas, creyendo, cada vez con más convencimiento, que el Estado es bueno y el mercado es malo, que está bien regular, controlar y fiscalizar y que es inadmisible, si quiera, pensar en escenarios donde los individuos lleguen a arreglos libres y voluntarios.

La realidad de los últimos años, especialmente en Suramérica, muestra que las propuestas políticas a favor del Estado interventor, de las limitaciones al mercado, de las restricciones a la propiedad privada y contra el capitalismo y la globalización, ganan terreno a pasos asombrosos, mientras los proyectos liberales son cada vez más satanizados.

El problema es que, en lugar de afrontar con sensatez e inteligencia este gran reto, la mayoría de los grupos liberales se han dado por vencidos, total o parcialmente, cediendo a esos paradigmas e integrándolos a su discurso. Es, por tanto, una renuncia a mantener posiciones que, cada vez más, se tildan de radicales y una decidida acción, por parte de los líderes, para moderar sus propuestas y programas.

El caso costarricense es claro. Uno de los partidos políticos liberales con más crecimiento en los últimos años a nivel latinoamericano, el Movimiento Libertario, ha venido abandonando sus posiciones que atrajeron a miles de personas como una alternativa política contra el intervencionismo estatal, el mercantilismo, la corrupción, el exceso de trámites, el desenfrenado gasto público y, especialmente, la posibilidad de ponerle más impuestos a las personas, para dar paso a planteamientos más light que, al final del día, ni convencen a los electores ni logran mantener a los simpatizantes ya existentes. Un cambio que, buscando ser más pragmático, terminó por generar desconfianza y decepción.

El fracaso de un proyecto político liberal nos muestra que sacrificar los principios no es una buena opción. Nos indica, también, que si en realidad queremos desarrollar una opción electoralmente viable, hay que dar un giro de timón a la estrategia. ¿Cómo afrontar ese gran reto? Sencillo decirlo, aunque duro hacerlo. Nuestro trabajo debe enfocarse en modificar los horizontes culturales de las personas.

Pensar que sociedades donde la idea del Estado benefactor y colectivista está arraigada, pueden cambiar de la noche a la mañana es un gran error. El cambio, como bien nos ha enseñado Hayek, no se logra asumiendo la fatal arrogancia del constructivismo, es decir, pretendiendo llegar al poder para cambiar las cosas. Es al revés: se necesitan cambiar las cosas para llegar al poder, modificar las premisas de las personas para que interioricen el valor de la libertad y, de forma automática y espontánea, vayan desarrollando acciones en pos de una sociedad libre y abierta.

Mientras las personas no hayan interiorizado el componente moral de las ideas de la libertad, esto es, que el individuo es un fin en sí mismo y no un medio para que otros consigan sus objetivos, y que el capitalismo es el único sistema moral de relaciones humanas, pues se basa en el principio de libre y voluntario intercambio de valor por valor, cualquier intento de que los proyectos liberales tengan éxito es, cuando menos, complicado, sino imposible.

De ahí la importancia de think tanks que desarrollen las ideas de la libertad (por mencionar algunos en Costa Rica: ASOJOD, ANFE, AMAGI), y que precisen conceptos, toda vez que allí es donde se cimientan las posibilidades de lograr ese cambio cultural. Solo haciendo accesibles los discursos, llevándolo hasta ejemplos del día a día en que las personas se vean involucradas y convenciéndolos no sólo de que el capitalismo es el sistema más eficiente para generar riqueza (posición utilitarista) sino que es el, como ya lo señalé, el único sistema moral donde cada uno de nosotros puede tomar las decisiones que mejor nos parezcan y entrar en dinámicas de cooperación, trabajo en equipo y búsqueda de objetivos comunes en un marco de libertad, esos horizontes culturales se irán moviendo hacia puntos realmente compatibles con la sociedad en que deseamos vivir los liberales.

*Lic. Ciencias Politicas (UCR) , Asesor Parlamentario 

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