18 de septiembre de 2011

Café y Libertad: Análisis de las protestas estudiantiles en Chile


EDITORIAL

Cuanto más planifica el estado más difícil se vuelve la planificación para el individuo.”                (Friedrich A. von Hayek)

Hay una cosa que es segura sobre cualquier protesta estudiantil: las emociones. Estas siempre despiertan los sentimientos y las pasiones de la mayoría de las personas. Sin embargo, los sobrexcites por lo general no son los mejores consejeros en casos donde tiene que imponerse el uso de la razón. Es normal para un estudiante querer una buena educación para obtener mejores oportunidades y salir adelante. Pero es inaceptable tratar de imponer un modelo a otras personas.

A veces es necesario que un gobierno tome decisiones impopulares y Sebastián Piñera, a quien no consideramos que pueda encajar en la categoría de liberal, tomó una importante decisión al afirmar que estatizar la educación no es una opción. En Chile, el Ministerio de Educación entrega un financiamiento por número de estudiantes matriculados a escuelas y colegios, públicos y privados. Este sistema ha permitido que una mayor cantidad de personas puedan acceder a servicios de educación privados, con o sin lucro, que ofrecen una mejor calidad. El resto atiende a escuelas municipales, allí la eficacia no es tan buena. Pero si una municipalidad no puede ocuparse satisfactoriamente de esas escuelas y colegios, ¿qué les hace creer a los estudiantes chilenos que un gobierno central sí podrá? Y es que si los estudiantes chilenos en realidad quieren una mejor educación, copiar el modelo fracasado del resto de América Latina no es la solución.
José Piñera, hermano del actual presidente y quien sí es un liberal, lleva 20 años proponiendo un cambio sustancial al modelo chileno que sea consistente con la libertad. La propuesta, para educación primaria y secundaria, se resume en entregar a las escuelas y colegios municipales a organizaciones autónomas de maestros o de padres y que estos desarrollen un modelo independiente. Los alumnos (o sus padres, en caso de estar inhabilitados) podrán elegir su centro de estudios.

Otro aspecto importante de la protestas es la exigencia de que la universidad sea costeada en su totalidad por el Estado. Es posible admitir que el presupuesto de la educación chilena (cerca de un 4% del PIB) no es proporcional con los altos niveles impositivos de ese país (el impuesto de ventas es del 19%), por lo que crear un presupuesto para becas financiado con recortes en otras áreas es permisible. Aun así, eso no significa que el Estado deba gastar para mantener un sistema que eventualmente terminará a favor de los privilegios, nótese el ejemplo de Costa Rica. El mayor coste de oportunidad de asistir a la educación superior no es el monetario, sino el tiempo. Una persona humilde que estudie para mejorar su calidad de vida está esperando a graduarse lo más pronto posible e iniciar a trabajar, pero las universidades públicas nacionales están repletas de estudiantes que llevan una gran cantidad de años allí, ¿cuál será el nivel socioeconómico de esas personas?

Finalmente un último punto de las protestas es el de eliminar el lucro en la educación. Este es quizá el más polémico y, por suerte, el que el gobierno no está dispuesto a ceder. No se concibe cómo se pretende limitar la oferta educativa a lo que un grupo considere “correcto”. Es bastante sencillo, quien no guste de la educación lucrativa que no participe en ella. Los números hablan solos acerca de la realidad del sistema chileno.

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