15 de mayo de 2011

Café & Libertad: Aumentar los fondos para la educación… ¿Y luego?

Café y Libertad

EDITORIAL


¡Qué alegría! La semana pasada se aprobó otro debate de la reforma constitucional para aumentar al 8% del PIB, el mínimo para “invertir” en educación. ¡Una reforma unánime! ¡En esta sí estamos en lo correcto! Bueno, es que la mayoría debe tener la razón. Sí, aunque fueron muy tacaños… ¿No creen? ¿Por qué no el 20 o el 30%? Los diputados de la Asamblea Legislativa de la República no pensaron en nuestros niños. ¿No ven que no alcanza? Necesitamos que aprueben más, más y más... ¡No señores! Es hora de analizar la realidad.

Toda la vida nos han venido contando un cuento infantil –impulsado desde los mismos centros de adoctrinamiento estatal, también conocidos como escuelas– que la razón por la cual las instituciones educativas estatales no están llenas de encanto y alegría es debido a que hacen falta recursos. Cuando ya somos mayores nos dicen que para conseguir dichos recursos hay una solución mágica: cobrar nuevos impuestos a “aquellos que más tienen”. ¡Claro! ¿Era obvio, no? Pero un momento, si se les cobra mucho, no van a poder producir mucho, o no van a producir nada del todo. Y no se nos puede olvidar que el gobierno también debe de hacer favores a sus amigos. Entonces tiene que haber alguien más que pueda pagarlos… ¿Quién será? ¡Usted!

Entonces, esto se convirtió en un círculo vicioso, pague más y reciba más; bueno, al menos en la teoría. Pero vean que curioso, porque aumenta la cantidad de dinero invertido, disminuye la natalidad, y por ende los estudiantes. ¿Y la educación? No sé, seguro alguien la tomó prestada, porque acá no está. Lo que sucede, es que aquellos que nos prometen mil maravillas, crearon una burocracia gigantesca que debe ser financiada. Ahí es donde se van los recursos, en papeles, consultorías, salarios altos y nada concreto. Y la lógica estatista nos dice que el gobierno sabe mucho mejor como adoctrinar (educar) a los niños que los padres. Contrario al discurso común, nunca se invierte en infraestructura, ni en equipos, ni en nada que los padres esperarían.
Y claro, que ni se hable de los salarios de los maestros, ese mismo papeleo incesante hace que no los reciban a tiempo. Un punto para los sindicatos en eso, pero, resulta también que el profesor malo gana lo mismo que el bueno. ¿Qué maltrate un alumno? ¿Qué lo acosé? ¡No importa! Ya que sus amigos burócratas, sindicalistas y políticos lo van a premiar mandándolo a otro lugar (ojala que sea una playa de Guanacaste). Si no tiene contactos, sus “camaradas”, no amigos, negociaron un contrato colectivo que le da beneficios que ustedes ni se imaginan, a costa de ustedes obvio.

Amigos en serio, esto no puede seguir así. Si pagamos impuestos, quienes deben decidir que clase de servicio recibimos somos nosotros. Los padres deben de tener la potestad de escoger sus escuelas, controlar los maestros, definir los contenidos de los programas. Basta de trámites, que cada escuela y colegio sean autónomos, que tomen decisiones descentralizadas cuando lo consideren conveniente.

El Instituto Amagi va en pro de la libertad; si existen impuestos el gobierno ha de entregarle a cada alumno una parte del presupuesto de educación, y que los padres decidan que instrucción prefieren, sea pública, privada, experimental, científica, cooperativa, religiosa, administrada por ellos mismos, en casa o la opción que sea. ¿Hace falta más dinero? En realidad no, más bien podríamos devolverles dinero a todos. Con un porcentaje del presupuesto actual (exacto, ni siquiera todo) a cada alumno de primaria o secundaria le tocarían aproximadamente 70,000 colones mensuales. Sí, yo me pregunto lo mismo. ¿Dónde está esa plata hoy?



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