5 de febrero de 2011

La libertad económica como motor de desarrollo de los países

Por Asdrúbal Vargas
Presidente de AMAGI


Existe una aceptación generalizada en nuestra sociedad de que los llamados “fallos del mercado” conducen a un libertinaje económico que beneficia de manera desigual a ciertos focos de la sociedad, favoreciendo a los sectores económicamente más poderosos de un país y reduciendo a los focos vulnerables a la pobreza. Esta concepción del libre mercado como factor de las desigualdades sociales lleva a la aceptación de un modelo de reducción de brechas sociales como motor de un desarrollo nacional.

 No obstante, la evidencia empírica de otros países que han optado por este modelo, ha sido un evidente reflejo de que las políticas redistributivas y limitación económica conllevan a una redistribución de miseria. Zimbabwe es uno de los países que ejemplifica esta realidad: Antes de 1987 este país africano presentaba los mejores indicadores del continente en salud y educación, prosperaba mediante la estabilidad, exportación y el respeto a la propiedad, que así alentaba las inversiones y el derecho a disfrutar del esfuerzo e iniciativas individuales. 
Después de ese año es elegido como presidente mediante una reforma constitucional Robert Mugabe, quien en 1992 impulsa una ley que permite la expropiación forzosa de terrenos privados por parte del Estado, con el fin de devolver las tierras en manos de europeos, a agricultores africanos que puedan cosecharlas con el fin de impulsar la economía nacional y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. El coste de las indemnizaciones por parte del Estado al intentar garantizar un acceso igualitario a la propiedad, fue tan elevado que obligo a las arcas estatales a redireccionar los presupuestos para salud, educación e infraestructura al pago de las expropiaciones, hasta el punto de de que este costo se hizo imposible de soportar, y se efectuó una expropiación sin retribución económica.
 Más de 4000 agricultores y propietarios perdieron sus tierras al creerse que repartiéndolas entre los focos más pobres la producción se multiplicaría y mejoraría su situación de pobreza, que era endilgada a la explotación de los blancos. El fracaso de esta política redistributiva se evidencia en un Zimbabwe donde sus habitantes se encuentran en altos índices de de miseria, la mayoría de fincas no se ocupan ni producen, un 50 % de desempleados y un deplorable crecimiento anual de la economía de 1,5%. Además, 250 mil personas muren al año de sida, miles mueren por inanición y las ambulancias a motor, se han sustituido por otras haladas por bueyes. Estas características ubican a este país en el puesto 169 del Índice de Desarrollo Humano de la ONU, después de Cuba, y en el puesto 178 en el Índice de Libertad Económica, mostrando una evidente relación entre como la limitación a las libertades económicas, se transmiten en bajos índices de desarrollo humano.
En contraposición a esta situación, el “Top Ten” de los países económicamente más libres del mundo lo componen ciudades como Hong Kong y países como Singapur, Australia, Nueva Zelanda, Suiza, Canadá Irlanda, Dinamarca, Estados Unidos, Bahrein y Chile; que además se encuentran entre las primeras posiciones en índices de desarrollo humano y son ejemplos globales de que la liberalización económica es el mejor motor para avanzar hacia un desarrollo humano sostenible. Estas comparaciones refuerzan aquella idea que señala que no hay mejor política social que una adecuada política económica, al permitirles a todos los ciudadanos realizarse como seres humanos mediante su iniciativa y esfuerzo individual.

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